NO tiene ningún fundamento científico. Es, simplemente, la intuición o el efecto de contradicción. Me refiero a hacer o decir lo contrario a lo que diga o haga alguien conocido. Seguro que a muchos de los lectores les ocurre algo similar. Que en su entorno hay una persona, alguien, que les sirve de indicador para tomar una decisión u otra. Y la decisión, normalmente, es la contraria a la adoptada por el personaje en cuestión.

En mi cuadrilla había un individuo que nos servía a los demás de termómetro para pulsar qué no iba a pasar. Cada vez que venía con paraguas, el sol radiaba y cuando vaticinaba un triunfo del Athletic, los de San Mamés la cagaban estrepitosamente. Era como el polo del imán que no atraía. El alter-ego del grupo. Y lo mejor era que se creía tocado por la providencia a la hora de hacer predicciones, Uri Geller doblando cucharillas, y a lo sumo, como el resto del grupo, no pasaba de ser un cuentista al que se le iba la fuerza por la boca. A él acudíamos no para disipar nuestras dudas y disputas, sino para divertirnos y echar la culpa a alguien -siempre es bueno tener a quien culpar- si una previsión se torcía. Una gamberrada como otra cualquiera.

Acertar o equivocarse forma parte consustancial del comportamiento humano. No pasa nada por errar en una previsión; “errare humanum est”, dice el aforismo latino. Lo realmente paradójico es no atinar en las decisiones nunca o casi nunca. El desatino permanente es síntoma de desenfoque, de observar una situación bajo premisas incorrectas, lo que lleva a plantear soluciones inadecuadas. Y eso es, a mi juicio, lo que le está ocurriendo a la izquierda independentista vasca (han renunciado voluntariamente al término “abertzale”, otro error).

Cada vez que plantean un giro estratégico, fallan en el alcance de su postura. Llegan tarde, a destiempo y mal a las posiciones que otros han mantenido desde tiempo atrás. Les ha ocurrido con las instituciones del país, con el autogobierno, con los instrumentos de gestión. Por no hablar del ámbito ético, de los derechos humanos y del respeto al sistema democrático. El proyecto político que hoy representa EH Bildu sigue sin madurar y desesperadamente busca un lugar en el que reposicionarse para presentarse ante la sociedad vasca como una fuerza organizativa estable y con proyecto. La tarea es notable y digna de reconocimiento. Tras tanto tiempo fuera del sistema -por no decir contra él- caminar hacia su “normalización” como partido homologado no es poca cosa. Que EH Bildu trabaje por el aggiornamento de su propuesta política es positivo y como tal lo valoro. A eso me refería cuando en varias ocasiones afirmaba que los herederos de Batasuna querían parecerse al PNV. Ser como el PNV. Una oferta de gobierno. Una propuesta posibilista, influyente, decisiva. Una formación cuyo desiderátum pasa por sustituir al nacionalismo gobernante. Por ser su alternancia democrática.

Pero he aquí donde reside la madre del cordero. Para ello, la izquierda “independentista” cree que la mejor forma para cumplir con ese objetivo es zumbar al PNV. Destruir su imagen de gestión. No prestarle ni el mínimo signo de colaboración. A mi juicio, es ahí donde la organización que lidera Arnaldo Otegi se equivoca notablemente. Y entra en esa esquizofrenia pertinaz de querer ser lo que en público se odia y se desprecia.

Más allá de las descalificaciones de brocha gorda, muchos de los pronunciamientos actuales de EH Bildu se parecen a los que tradicionalmente ha protagonizado el nacionalismo vasco histórico. Con matices arriba o abajo, las posiciones que viene manifestando en relación al autogobierno, al Estatuto, las competencias, la articulación territorial, el modelo jurídico-político, etc. se han templado notablemente. El último cambio de posición destacable es el giro copernicano expresado por Arnaldo Otegi en relación al papel de su formación en la política en clave estatal. El papel de EH Bildu en Madrid. Han pasado de ser una fuerza fuera de las instituciones a plantear ser un socio activo “determinante” para el futuro gobierno de Pedro Sánchez. El desplazamiento estratégico es notable y, allá donde va, Otegi no esconde sus argumentos como “freno a la involución” y a la amenaza de las derechas. Su análisis contempla abiertamente una nueva posición colaborativa en Madrid para “abrir un proceso de diálogo” en torno a la autodeterminación, la defensa de políticas “de izquierda” y para “traer de una vez por todas a los presos a este país”.

El cambio de paradigma se produce tras una legislatura en la que los dos diputados de EH Bildu en las Cortes han deambulado sin pena ni gloria. Con un nivel altísimo de absentismo en la cámara, EH Bildu apenas ha existido frente al notable protagonismo demostrado por el Grupo Vasco del PNV, determinante en la caída del gobierno de Rajoy e igualmente actor principal en la articulación de acuerdos tales como el Cupo-Concierto, el incremento de las pensiones, la mejora de las infraestructuras de comunicación o las medidas de apoyo a la innovación y la competitividad de las empresas vascas (tarifas eléctricas?).

Ante el horizonte de un parlamento sin mayorías suficientes para gobernar, Otegi se ha propuesto poner a su equipo en posición de pacto para restar protagonismo a la relevancia que pudiera volver a tener el PNV en dicho escenario. Y su primera acción pudo verse el pasado miércoles, en la sesión de la Diputación Permanente para la ratificación de seis decretos-leyes. Otegi y los suyos brindaron gratuitamente su voto al gobierno de Sánchez ya que “cuando EH Bildu es decisivo en una situación así, pone por delante los intereses de la gente y no los intereses partidistas”.

Pero la promesa de apoyo al gobierno socialista se quebró en mueca cuando el PNV, por medio de su diputado por Gipuzkoa, Joseba Agirretxea, condicionó el apoyo jeltzale a las medidas gubernamentales al cumplimiento de los compromisos pendientes de materializar por parte del ejecutivo de Sánchez. “Todo aquello que beneficie a la sociedad vasca y que el PNV ha puesto encima de la mesa” es lo que hará que el voto del PNV “vaya a un lado u otro”. El PNV volvía a demostrar no ya su influencia, sino su capacidad de negociación y la determinación de su fuerza en la capital del Estado. La advertencia del PNV tuvo su secuencia detrás de las bambalinas, donde una vez más se consolidó el acuerdo.

Ratificados los decretos en la Diputación Permanente, el Gobierno español anunciaba la inminente reunión (próxima semana) de la Comisión Mixta de Transferencias Estado-País Vasco para proceder al traspaso de cuatro ámbitos de competencia a Euskadi. Entre ellas, la correspondiente a la titularidad y gestión de la autopista A-68 a su paso por los territorios de Bizkaia y Araba. Una vez más, el PNV es “decisorio” y “determinante”. Y EH Bildu, desairado. Fuera de juego. En lugar de felicitarse por el acuerdo, pretendió desacreditarlo. Otra vez descolocados. Por un análisis incorrecto. Buscando el interés particular (fortalecer su marca) frente al bien general, el de Euskadi. En su irrelevancia, habían intentado, hasta por dos veces, que el Gobierno de Sánchez no hiciera “un gesto al PNV”. Amenazando incluso con descolgarse de la votación. Pero Otegi había comprometido su palabra. Y salirse de la foto era aún peor. A posteriori, trataron de rebajar la trascendencia de lo conseguido por los jeltzales. Así, hablaron de “mercadillo” que “viene con rebajas” y de “modelo tóxico”. Si la envidia fuese?

El contrapunto lo pusieron los partidos unionistas y la caverna mediática. Casado volvió al mensaje de la sintonía de Sánchez “con los terroristas”. ¿Con quien lleva pactando en el Parlamento Vasco durante los últimos meses su PP y Alonso en concreto? ¿Con EH Bildu? ¿Con Otegi? Pero Casado no respondió a esto. Habló de “decretos abertzales”. De medidas que él “revocará” en cuanto gobierne, al tiempo que se ha propuesto “recentralizar España” puesto que , a su juicio y en referencia al PNV, “no se puede transferir más competencias a las comunidades autónomas desleales”. “Desleales”, como en su día Franco determinó “provincias traidoras”. “Recentralización”, en sintonía con la propuesta de Vox de acabar con el estado autonómico.

Así se plantea la campaña. Hosca y áspera. Pero, una vez más, clarificadora en relación a Euskadi. La ratificación de los decretos en el Congreso ha sido un buen prólogo para retratar a cada cual. Para ver su fuerza, su intención, su decisión y la relevancia de sus votos. A unos, solo les mueve Euskadi. Lo han vuelto a demostrar.