L A pequeña ciudad de Verrieres puede pasar por una de las más bonitas del Franco-Condado”. Así comienzala novela El Rojo y el Negro, escrita por Stendhal, sin duda una de las mejores del siglo XIX. El protagonista, Julien Sorel, trata de ascender socialmente medrando bajo el cobijo de las faldas de sus amantes: Madame Louise de Rênal, madura aristócrata provinciana, y Mathilde, joven hija del Marqués de La Mole, adinerado parisino para quien Sorel trabaja como secretario. So pretexto de una trama amorosa y con final trágico pues Sorel acaba ajusticiado, Stendhal analiza la sociedad francesa post-napoleónica. Para ello juega con los colores: el rojo, símbolo de las ideas liberales -el color del uniforme de los soldados de la Revolución- y el negro de las sotanas clericales -símbolo de lo conservador, monárquico y ultra-. En cuanto a Sorel, exseminarista, su filosofía se concreta en “quien quiere el fin quiere los medios”; dicho de otra forma, que está dispuesto a lo que sea por llegar a la cima del poder, del reconocimiento social o del enriquecimiento. El Rojo y el Negro es considerada como la novela cumbre del realismo literario, una literatura tan apegada a la realidad que se diría que el novelista hace las veces de notario.

Viendo lo que ocurre en Europa, pareciera que el pasado está dando grandes dentelladas. Estamos necesitados de un Stendhal para que actualice El Rojo y Negro que tan bien encaja en el día a día de la situación política donde las fuerzas de la razón, la cordura y la civilización parecen haberse esfumado, y donde quiera que uno mire solo ve brutalidad y estupidez. El futuro está lleno de nubarrones y la meteorología es confusa. A los nubarrones llamamos populismo, que podríamos definir como el movimiento de reacción contra el libre comercio, la libre migración y el libre flujo internacional de capitales. Como observarán, en ese diagnóstico coinciden tanto el populismo negro de derechas como el rojo de izquierdas. El problema de los populismos no está en su diagnóstico, sino en los remedios que proponen. Los de derechas exigen el establecimiento de aranceles y la exclusión de los inmigrantes; los de izquierdas, la limitación de movimientos de capitales y el proteccionismo social irrestricto. La consecuencia de ambos movimientos aparentemente contrapuestos es que el sistema político-económico se torna rígido hasta el punto de la fragilidad y, de hecho, la combustibilidad. Es lo que está sucediendo con la Unión Europea ahora vista tan frágil como combustible. Recibe mordiscos de quienes exigen menos Europa y más soberanía nacional y de quienes reclaman más Europa social sin proponer una política migratoria plausible, sin explicar cómo se mantiene la cohesión social cuando los ingresos públicos avanzan a paso de caracol mientras los gastos sociales lo hacen a salto de liebre.

política de podedumbre Europa es una necesidad que no está predestinada a la armonía y a la actuación de Alemania y Francia, países que la lideran. Es hoy por hoy la mejor posible ante las grandes amenazas que suponen el proteccionismo económico de Trump, el intervencionismo político de Putin y el furtivismo económico y financiero de Xi Jinping. La política de la Unión tantas veces criticada por ambivalente, por situarse entre el rojo y el negro, me parece la única plausible en este mundo cambiante, pues es preferible que a uno le acusen de aplicar un doble rasero que ser reconocido (por nuestra negativa a actuar), por no tener ninguna vara de medir.

Mientras tanto, la situación en España transmite una sensación indefinida de podredumbre. Corrupción, espionaje político y económico, justicia devaluada, camino sin retorno del independentismo catalán obligados a escoger entre vivir con la utopía y morir sin ella. ¿Acaso saben en lo que se están metiendo? El batiburrillo de los partidos de izquierda por si fuera poca su confusión, se enreda en luchas intestinas en las que el adversario nunca es odiado con tanto furor como el antiguo aliado, Errejón, Llamazares, sin ir más lejos. Los socialistas del antiguo testamento, González, Guerra, Rodríguez Ibarra, Bono se muestran como personajes bíblicos, ajenos a cualquier compromiso, solicitando la aplicación de la ley mosaica. Nada es tan sencillo y brillante como una espada en manos de un profeta.

De golpe y porrazo, la derecha liberal, desquiciada, se está volviendo fascista y grita “¡Traición!” a los cuatro vientos. No es exagerado afirmar que cuando se pronuncia la palabra “traición” la razón se dispone a hacer mutis por el foro. Parafraseando a Américo Castro, si los derechistas españoles formaran un mosaico, el resultado de todo el mosaico sería la cara de Franco.

de andalucía a españa Algunas piezas del mosaico ya han empezado a encajar en Andalucía. La Comisión parlamentaria de Memoria Histórica la preside un diputado de Vox, cazador furtivo al que se convierte en guardabosques. Y lo preocupante es que lo sucedido en Andalucía sea una imagen casi fractal de la sociedad española en su conjunto, pues los sentimientos antidemocráticos no son propiedad exclusiva de un solo estamento social, como en su distribución territorial pues afecta a la totalidad del estado, excepción hecha de Euskadi.

Stendhal nos explica en El Rojo y el Negro en qué consiste “el deseo mimético”: Mathilde solo desea a Julien Sorel cuando descubre que otra mujer, Louise de Rênal, lo desea. De la misma manera, España solo descubre la necesidad de reafirmarse nacionalmente cuando Catalunya y Euskadi lo desean. Lo que ocurre es que en lugar de investirse con el Rojo del progreso, gran parte de los españoles están deslizándose hacia el Negro ultra y garrulo, una mezcla en festiva agresividad de casticismo, toros e inquisición persecutoria contra los diferentes -feministas, inmigrantes, gais, independentistas-,a ritmo de pasodoble elevado a la categoría de himno nacional: ¡Qué viva España!

Los valores La función del intelectual es poner ante los ojos de la gente determinados valores, incluso si en ese momento no pueden concretarse en acciones. No se trata de convertir en hechos una utopía; se trata de explicar a la gente lo que pasa cuando el cordero le pide ayuda al zorro para protegerse del lobo, pues los débiles se vuelven serviles y los seres viles, parásitos. Echo en falta a los intelectuales españoles capaces de explicar que el diálogo, el acuerdo y el compromiso es lo que media entre los hechos y la utopía.Julien Sorel era un arribista sin escrúpulos, como los líderes actuales de la derecha española, y su imbecilidad moral le condujo hasta el patíbulo. Lo que me lleva a la conclusión de que si no aparece quien se muestre capaz de descifrar los acontecimientos del momento y conseguir acuerdos entre diferentes, el futuro político español es tan poco prometedor como un cementerio.