El calibre de la crisis del Athletic
Para ahora ya estará todo el mundo de acuerdo en una cosa: este no es el Athletic llamado a gestionar con solvencia una campaña especial
Para ahora ya estará todo el mundo de acuerdo en una cosa: este no es el Athletic (pujante, alegre, agresivo) llamado a gestionar con solvencia una campaña especial. Es una conclusión irrebatible visto el desarrollo del mes que vence mañana. El equipo se ha ido introduciendo en un círculo vicioso. Se insiste en la inoperancia rematadora como argumento explicativo de la reiterada y extraña incapacidad para competir como nos había acostumbrado. Por supuesto que se detecta una carencia de finura e inspiración en los metros decisivos, pero la caída de los rojiblancos obedece a una suma de factores, además de la poca puntería. Por ejemplo, la indisponibilidad de determinados elementos, la desorientación o la simple falta de forma de piezas que gozan de la máxima confianza del entrenador o la intrascendente aportación de los recién llegados a la plantilla.
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Ha costado que se reconozcan los defectos, de ahí que a muchos la cuesta abajo les haya pillado a contrapié, desprevenidos. No lo vieron venir y hasta cierto punto se comprende porque el arranque del campeonato apuntó a que, efectivamente, seríamos testigos de un despegue inmaculado. En realidad, si nos ceñimos a los marcadores lo fue: nueve puntos de nueve. Más era imposible, a lo que se podría añadir que con menos juego esa racha hubiese llevado el apellido de milagrosa. Lo correcto sería catalogar de exhibición de eficacia esa tripleta de victorias sobre Sevilla, Rayo y Betis.
El Athletic rindió sin alardes, no desmereció de sus oponentes, atravesó por fases delicadas, no faltaron los apurillos, algún susto, pero ejerció como los conjuntos bien estructurados que terminan llegando a la orilla, aunque no hagan gala de un braceo estiloso y pulcro. En síntesis, una versión que tampoco era desconocida: durante la campaña anterior sacó adelante un buen puñado de compromisos jugando de manera pragmática, sobre todo gracias a la consistencia que le daba un orden defensivo muy fiable. Con ello compensaba lo que ocurría o, mejor dicho, lo que no ocurría en las áreas rivales.
El primer tropiezo no fue un accidente, en el derbi con el Alavés se comprobó que los de Valverde no estaban tan entonados como cabía deducir de sus resultados previos. Sin embargo, no era cuestión de rasgarse las vestiduras. En esta columna se esgrimió, a modo de consuelo porque aquella derrota gracia no hizo pues hasta se truncó un posible récord, que habría que ver el tiempo que emplearían el resto de los equipos de la categoría en sumar los nueve puntos acumulados por los rojiblancos. Aún hay bastantes que siguen sin alcanzar ese registro, pero fijarse en las debilidades ajenas ha dejado de compensar.
Reveses varios
El ánimo ha ido decayendo a la par que se iban sucediendo los reveses, varios midiéndose a rivales asequibles, sin que remitiesen los errores (no únicamente en la culminación), los decaimientos (morales o físicos, o una mezcla de los dos), la ausencia de reacción en la adversidad. El Athletic no ha sabido conservar la parte positiva de su comportamiento mientras que la negativa no ha dejado de acompañarle en sus andanzas. Hasta la suerte le ha abandonado, indicio que suele afectar a los equipos que no transmiten seguridad, que amagan y no dan, que acusan en exceso el primer revés y son candidatos a meterse en una dinámica peligrosa: por ejemplo, cinco encuentros consecutivos sin cumplir las expectativas.
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Hoy se percibe una lógica inquietud en la calle. Valverde se esfuerza en transmitir calma, asegura que en cada partido han tenido opciones de ganar, que sufren una racha de acierto más que de juego, pero los síntomas detectados conducen a un diagnóstico distinto: el equipo quiere y no puede, paga la ausencia de algunos habituales, la fragilidad se percibe asimismo en la disponibilidad de personal (dos lesiones más la pasada semana), hay futbolistas muy desorientados y los hay asimismo que ya sienten el peso del calendario porque no han parado.
El panorama se completa con el inminente viaje al feudo del Borussia Dortmund y en este contexto sería legítimo preguntarse qué se le ha perdido al Athletic en Alemania. Pues, nada. Acudir es obligatorio y será inevitable que la expedición vuele sabiendo que el sábado siguiente le aguarda su verdadero objetivo: superar al Mallorca en San Mamés. Hacerlo como sea. Más vale no pensar en la posibilidad contraria habiendo luego quince días sin liga.