EL Girona ha traído aire fresco a la liga. Que sea el líder con el primer tercio del campeonato cubierto trasciende lo anecdótico: está a solo quince puntos de igualar los 49 que le permitieron acabar décimo en la edición anterior. Se da por seguro que según avance el calendario, los candidatos tradicionales al título le adelantarán, pero no extrañará si en mayo figura entre los mejores.
Días atrás en estas páginas, Dani García destacaba como clave de su éxito que el equipo está plasmando “a la perfección” el ideario de su entrenador. Daba en el clavo. El mérito de Míchel Sánchez consiste en que ha convencido al grupo de su capacidad para desarrollar un fútbol dinámico, agradable de ver, ambicioso, por momentos descarado, que no repara ni en rivales ni en escenarios. Solo ha dejado escapar tres puntos de Montilivi, contra el Madrid, y dos más en Anoeta, el resto de sus actuaciones se cuentan por victorias.
Para entender lo que está ocurriendo hay que mirar atrás. Este impactante fenómeno empezó a gestarse en Segunda, categoría que el técnico madrileño domina, como avalan sus tres ascensos. Ya el año pasado, el Girona rompió previsiones y fue insinuando las bases de una propuesta que ha afinado en tiempo récord. El Athletic puede dar fe de ello.
Los ajustes de plantilla asoman como otro factor a considerar. La pérdida el último verano de cuatro piezas del equipo tipo, en vez de un contratiempo se ha gestionado como una ventana para crecer. Realidad palpable que no cabe atribuir al vínculo del club catalán con el Manchester City, poseedor de un 47% de las acciones. De hecho, en la plantilla solo hay dos cedidos por la entidad inglesa, los brasileños Yan Couto y Savinho, un mocoso de 19 años erigido en la gran sensación.
Buen ojo, por tanto, para reforzarse. Y la imprescindible dosis de fortuna que el negocio del fútbol reclama, cabría añadir. Pero nada de esto funcionaría sin el criterio de Míchel, que ha logrado acomodar en su pizarra, con naturalidad e inmediatez, a una serie de futbolistas de orígenes y circunstancias muy diversas. Tipos como Blind, un veterano de vuelta de todo, el citado Savinho, el ariete ucraniano Dovbyk o Eric García, un descartado del Barcelona, al que antes Pep Guardiola dejó marchar del City.
Novedades que han captado enseguida de qué se trata: han asimilado que deben salir a ganar cada fin de semana. De momento, la consigna da sus frutos y ello ha supuesto la revalorización de gente que había atravesado por serios problemas para demostrar su valía o que, sencillamente, no obtuvieron en destinos anteriores el reconocimiento del que hoy gozan. Son los casos de Aleix García, Miguel o Iván Martín, centrocampistas que equilibran la estructura junto al venezolano Yangel Herrera, quien a sus 25 años ya conoce cuatro conjuntos de la liga.