Vayan por delante sinceras disculpas por volver a escribir sobre el tema. Uno se enfrenta al folio en blanco y acaba tropezando siempre en la misma roca. Los medios de comunicación deberíamos tener cuidado con los términos belicistas con la que está cayendo. Sin embargo, el miércoles pasado leíamos en algún medio de comunicación Estalla la guerra comercial y poco después Trump se asusta y se abre a negociar. No creo que el personaje tenga haya sentido miedo en su vida, si acaso a arruinarse. De hecho, estoy convencido de que carece de cualquier tipo de sentimiento, como le pasa a todos los que se guían por el sonido de la caja registradora. Sospecho que la improvisación guía sus pasos. Escucha las voces que suenan en su cabe y actúa en función de cómo sople el viento. En su caso, todo esto se agrava por el coro de palmeros que le han seguido a la Casa Blanca. Así que su política está regida por la ley del Konpondu; hacer agujeros y taparlos en función de las necesidades, sin pensar, claro, en las consecuencias para el resto y creyendo que, pase lo que pase, quedará a flote. Pase lo que pase con el tema de los aranceles, que pierde fuerza, el problema principal es que utiliza esa estrategia para todo. Gaza, Ucrania o los incentivos públicos al cultivo del nabo morado. De modo que estamos un poco condenados a estar pendientes de su siguiente majadería y un mucho implicados con seguir nuestro camino.