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MESA DE REDACCIÓN

Asier Diez Mon

Tragicomedia electoral

Es imposible evitar que unas elecciones sean una ópera bufa cuando uno de los candidatos es un charlatán grotesco que, además, sabe que sus opciones de victoria pasan por vomitar día tras día el mayor disparate. Por vociferar lo que esperan oír el chamán de Qanon, el perturbado que participó en el asalto al capitolio de hace cuatro años con unos cuernos de bisonte, y sus compañeros de tropelía. Luego eso te lleva irremediablemente a invitar a tu mitin a un cómico que se refiere a Puerto Rico como una isla de basura flotando en el Caribe. No se espera más de Donald Trump por estos parajes, pero es frustrante ver cómo el personaje se sigue creciendo en busca de una segunda estancia en la Casa Blanca. Algo que a estas alturas del partido parece casi inevitable. De nada está sirviendo que los grandes iconos culturales y deportivos de Estados Unidos estén mostrando su apoyo a Kamala Harris. Podría decirse que gran parte del electorado se identifica más con un magnate enajenado por el poder que con personas con un talento inalcanzable. “A ese tipo lo veo yo cada día en el espejo”, piensan. Y la estrategia de la campaña de Trump pasa por llevar su reflejo hasta la última esquina de la América Profunda, que es cada día más superficial y simple. Lo comprobaremos si gana Trump, pero también si pierde con el efecto de su pataleta en el ánimo de las huestes sectarias que lo apoyan.