PARA aquellos que detestan la hipocresía de los mensajes navideños por compromiso, para aquellos que tienen sillas vacías, para las familias que menos tienen... estas fiestas pueden resultar crueles y deprimentes. ¿Por qué las Navidades tienen que ser perfectas si vivimos en un mundo imperfecto?, nos preguntamos miles de personas en el mundo, cansadas ya de villancicos enloquecedores, felicidad enlatada y consumismo absurdo. La Navidad se ha convertido en cualquier cosa menos en una fiesta religiosa. Según la OCU, cada uno nos vamos a gastar 745 euros en comidas, cenas y regalos, así que una familia de cinco miembros se gastará nada menos que 3.725 euros. Pero, además, el consumismo excesivo genera grandes cantidades de residuos que terminan en la basura. Entre otras muchas consecuencias, contribuimos al cambio climático, a la contaminación y al derroche de recursos energéticos. La contaminación que puede provocar regalar una simple camiseta, que acabará en la basura la temporada próxima, es abrumadora; para hacer una de algodón se necesitan 2.700 litros de agua. Quizás todos debamos ser un poco más ‘grinchs’ – el personaje creado por Dr. Seuss, que odia la Navidad– y tener en cuenta el valor de las pequeñas cosas y de la compañía, lejos del consumismo y los excesos impuestos a la fuerza por nuestra sociedad en estas fechas.
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