ME preguntan con interés por la canción de Shakira y me encojo de hombros. Por no decir, a riesgo de ponerme machista, que me importa un huevo. El Twingo, el Casio, los hijos, la suegra y la facturación. Si alguien ha escapado al hit o a los comentarios que levante la mano, y a opinar también. Yo me he dedicado a reflexionar todo el fin de semana sobre qué estaremos haciendo para que la opinión global se sitúe ahí, que una canción de despecho se cuele de forma súbita en los sumarios de los informativos y que vuelva a salir el feminismo por los reproches a un ex que es un invento muy viejo que bordaron desde Pimpinela a Lola Flores: “Quédatelo. Te lo regalo”. Y el taconazo se lo daba al suelo. He pensado qué estará pasando cuando una sociedad entera sitúa aquí los ejes de sus opiniones y se ponen a discutir. Y mira que esta es una columna de opinión ¿Y qué digo? Pues que me da igual. Que asesinos rusos están siendo reclutados para combatir en Ucrania, que los nutricionistas piden que la lechuga salga de la dieta porque las hojas más expuestas a la luz tienen menos vitaminas y que Vox amenaza con los latidos de los fetos como efecto disuasorio de los abortos. Que se ha muerto Gina Lollobrigida, que no se calló con nada pero hay asuntos tan capitales que si no hubiera hablado tanta gente, igual hasta Gina hubiera dicho algo antes de morirse. Al menos me he enterado de lo que es un beef. A mi esta batalla me deja más fría que una lechuga. O un huevo.

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