TAMBIÉN en esos rincones nórdicos que tenemos como referencia funciona el mismo esquema mental: el patriarcado. Mujer, joven y criada por dos mujeres –su madre y la novia de esta–. Suficientes ingredientes para que los carpetovetónicos, al amparo del anonimato en redes sociales, salieran en tromba contra la premier finlandesa, la persona más joven en llegar a ser primera ministra, por aparecer desbocada bailando en el vídeo de una fiesta privada, viéndose obligada a realizarse un test de drogas de resultado negativo. Machista, sexista y misógino son los calificativos que me vienen respecto a quienes, aquí mismo, trataron de saber si la protagonista era “la tía buena del top”. Porque lo que molesta es el factor género; la espontaneidad de una mandataria que, al comportarse como alguien normal, quiebra la imagen del buen gobernante; o que no desempeñe el rol de una señora sobriamente vestida, bien arreglada y gesto adusto. Directamente la pondrían a planchar, como retratan Bandini y Amaia en Así bailaba. A ello se añade el clasismo ideológico: Ayuso puede posar orando vestida de Gucci, pero a Yolanda Díaz le caerían chuzos de punta si brilla sobre un atuendo de Fendi. No basta con romper el techo de cristal ya que, una vez derribado, la mujer soporta el acoso de que se le critique por su ser y estar. De esa fiesta, a todos esos insanos lo que les jode no es el ruido, sino que cierta gente se divierta.

isantamaria@deia.eus