ANDA el mundo para darle vacaciones perpetuas ahora que el que pueda permitírselo prepara las maletas. Urge que se las tome, solo sea para recapacitar, un tal Sánchez a quien se le cae la máscara cuando cree “bien resuelta” la masacre de la valla de Melilla, él que acusó a su predecesor de “no mencionar la muerte de seres humanos” en El Tarajal. Por ahí se desangra su electorado, y no por cuánto consensúa la batería de medidas para paliar no ya la compra de un melón a 13 euros sino la barra de pan de 80 céntimos. Qué decir del país donde las armas tienen más derechos que las mujeres, a quienes inconstitucionalmente se les prohíbe abortar como si fueran un rebaño de ovejas en Wisconsin, poniendo en alerta los derechos conquistados por otros colectivos y espoleando la ola ultra reaccionaria. El sistema judicial estadounidense tiene más peligro que un informe falso de la Benemérita en manos de un juez español. Y mientras los líderes planetarios se agolpan en Madrid para dirimir su partida de Monopoly, el aliciente de pisar un centro comercial en Ucrania te puede arrebatar el billete de vuelta a casa. Dan ganas de que la galaxia baje la persiana. Excepto en Ibaigane, donde el abrumadoramente recién elegido presidente desembala su equipaje sin que el partidismo rojiblanco dé tregua ni siquiera en el apartado de felicitaciones, que en ciertos casos ni existieron aguada su fiesta. Uriarte, que la fuerza te acompañe.

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