COMO con el dinosaurio, una vuelve a despertarse en pandemia con los contagios disparados, la población de su entorno mayoritariamente vacunada, una Navidad y Sánchez todavía sigue ahí. Pese a que tras el fin del estado de alarma en mayo, cuando cada comunidad tuvo que bregar con sus respectivos jueces, todos pensábamos que Sánchez estaba a otra cosa, es decir, a los presupuestos, ha sido aprobarlos y volver Sánchez a la pandemia como el turrón al anuncio. Siempre al filo, tiene 48 horas desde la convocatoria a los presidentes autonómicos para poner en marcha medidas comunes y posturear un poco con la comunicación con las calles llenas y las casas con las vajillas limpias un año después de la última Navidad precintada. Pero Sánchez siempre está ahí, velando por todos los españoles y asomándose a los hogares en las vísperas de la Nochebuena como telonero de lujo de un rey cuyas vacías alusiones a su emérito estafador sitúan la atención en Sánchez que, si algo hace bien el tío, siempre es volver. Llevamos tanto tiempo desescalando que el saludito a la cogobernanza que el presidente recreará mañana solo puede interpretarse como lo que es, una cuasi-felicitación navideña, con sus buenos deseos y su purpurina. Esto es como que te cogobiernen a puntapiés, eso sí, con suaves formas de convocatoria sabiendo que todos, atenazados por el virus y presentes en la conferencia de presidentes dirán que sí, que cuando se despertaron, Sánchez, como una vaca sagrada, seguía ahí e igual de ausente.

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