A anoté allá por marzo, cuando se imponía el caos y había que remar en plena crisis insospechada, que pronto veríamos el desfile de medallistas por el bien mundial. Al principio bastaba con ser unos cuantos pero visibles dentro de las organizaciones o los grupos de WhatsApp, meses después ha llegado el medallero de vacunas, planes de vacunación y sumatorio de socios para los presupuestos y el desfile de medallistas abre el campo: de lo más pequeño, ese ciudadano preocupado en ERTE ayudando a su vecina octogenaria, a las multinacionales biomédicas que semanalmente nos asaltan con un nuevo anuncio en el vacunódromo. En el Gobierno de Madrid andan parecido y solo cuando los famosos pe-ge-é se aprueben sabremos si, por fin, Sánchez se ha sacudido el insomnio. De momento las medallas se las anda poniendo su socio Iglesias, ese señor inquietante que lo mismo un día te da un abrazo que te trae a cenar a Bildu para ofensa de algunos comensales. Una mira este De Luxe con cierta desazón sobre qué 2021 nos espera, si con doscientas vacunas a codazos o nuevas elecciones cuando el gobierno de coalición ni sea necesario ni forzoso. El fin de semana, el insomne anunció con trompetillas que el plan de vacunación será como todo buen estoque, central y preciso. Urkullu está ofendido porque se ha enterado por la tele; puede que Iglesias, que ya es todo un general con su medallero, también.susana.martin@deia.eu