RKULLU, Revilla y sus comunidades respectivas entraron juntos en la nueva normalidad con ese halo de buenos vecinos que se ayudan por espontáneo provecho en medio de las sonrisas de ascensor. Juntos pero no revueltos, unidos pero no iguales, desescalaron al alimón superando las tres fases con esa escenificación en los acantilados de Kobaron que sugirió una foto histórica, casi como la caída del Muro pero con más salitre y en las puertas de un soñado verano. Juntos caminan ahora hacia el invierno utilizando las prerrogativas que les ha dado el Gobierno de España para caminar de nuevo no tan juntos en el segundo estado de alarma. La hora de llegada a casa en medio de una fuerte movilidad entre comunidades ha dejado, como adivinando otro encierro, montones de empadronamientos en Cantabria, ahí donde junto a Bizkaia, suceden todas las cosas permeables entre comunidades, lo mismo sea el verano que la infantería vizcaina viviendo en Castro y estudiando en ikastolas. Y es que uno debe aprender a vivir con todos y no solo con los suyos, hay muchos intereses en juego y la Cantabria oriental ya es firme candidata a ser el cuarto territorio de la CAV. La sintonía y lo que los une, que son muchos vizcainos yendo y viniendo, suelen ensanchar pese a los cerrojazos. "El que no quiere coger el covid, no lo coge", dice el cántabro. La A-8, de momento y por la cuenta que nos trae, puede esperar.

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