HORA que España está en esta inquietante segunda ola, el parlamentarismo español, ese teatro de varietés y señores con barba, celebrará una moción de censura para entretenimiento del personal. Ahora que se reproducen las alertas sanitarias, de curvas de contagios hacia arriba y en barrena se direcciona la economía, los ultras han decidido darle una somanta a Casado en la que desde mañana se convertirá en la moción de censura con menos apoyos del periodo democrático. No importa. Solo por ver esta pinza a Casado, entre el centro y el extremo, Cuca y Cayetana, el mecanismo habrá triunfado con las atribulaciones de la joven promesa del futuro de la gaviota, aquel glorioso primer presidente elegido en primarias, el que nunca estaba allí cuando se generaban los kilos de basura de la corrupción y al que en dos meses le ha resucitado Bárcenas con Villarejo, Abascal le pone contra la pared y él ya pinta menos que una mona. Suele pasar cuando vas dando bandazos, un día le ofreces ministerios a Vox y el otro te hace una pirueta con una moción de censura contra Sánchez. Cuando optas por esa ilusión de recuperar el centro y en el mismo trimestre aparcas a Álvarez de Toledo y entronizas a Iturgaiz. Los votantes del PP tienen un mareo descomunal y los fachas, que están de moda, han venido a romper lo que toda la vida era la derecha unida. El apoyo a la moción batirá récords por abajo pero es lo que menos importa. Casado, sonrisa congelada, sigue sin enterarse. susana.martin@deia.eus