MARTES 25. “Ha llegado el infierno”. La apertura del informativo del mediodía en La Sexta me levantó como un percutor del sofá y apenas acerté a mirar por la ventana por si asomaba algún cataclismo. Nada de nada. Se referían a la inminente llegada de la ola de calor. La equiparaban con el verano de 2003, el más tórrido del siglo. Miércoles 26. Ya que el aire africano parecía estar más repartido que el Gordo de Navidad, el Teleberri se cansó de lanzar avisos extremos por altas temperaturas. Vimos imágenes de termómetros derretidos, calles ardiendo, gente cociéndose y chavalería en las fuentes. Jueves 27. En vista de que la chicharrera no tenía pinta de aplacarse, proliferaron los memes del hombre del tiempo con un Vamos a morir todos y llegó la ayuda humanitaria con los trailers de cerveza Estrella Galicia. ¡Ahhh! y la policía detuvo a un tipo en Branderburgo (esto es totalmente verídico) que viajaba desnudo en su moto. Viernes 28. Con la llegada de los primeros refugiados térmicos a Galicia y el casi anunciado fin del mundo, los augurios tenebrosos no daban más de sí porque ya era imposible abrasarse más. ¿De verdad creen ustedes que se puede estar en este sinvivir climático? ¿De verdad que merecemos ir continuamente de alerta en alerta? Las olas de calor se suelen llamar verano y las olas de frío, invierno. Pero, por si acaso, vayan al lado oscuro; tienen sombra.

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