Madrid

Vencedor por desistimiento del rival. Pedro Sánchez sale fortalecido del debate del estado de la nación porque ha recuperado la iniciativa política gracias a un marcado acento ideológico. A su vez, el PP digiere un sonoro fracaso al reducir todo su discurso propositivo a la memoria de las víctimas de ETA. Un error, concebido como estrategia por la nueva dirección, que erosiona el perfil de su presidente. Es el desenlace a trazo grueso tras una segunda jornada plenaria donde los partidos vascos reclamaron a Sánchez, sin obtener respuesta, la valentía suficiente para encarar un nuevo modelo de Estado. Un silencio similar al elegido por el líder socialista cuando PNV y EH Bildu le instaron a definir sobre qué partidos construirá la mayoría parlamentaria en la nueva legislatura.

Ha valido el rimbombante anuncio sin detalles del impuesto temporal de dos años a las eléctricas y financieras para que Sánchez recupere de un plumazo el centro del tablero, o al menos “llegue a la próxima curva”, como le auguró Aitor Esteban. De momento, en Unidas Podemos no caben de gozo porque creen que esta vuelta al redil de la auténtica izquierda allanará el camino de espinas hasta el final de legislatura, aunque recorte el espacio de Yolanda Díaz.

En cambio, los socios de la actual mayoría parlamentaria recelan porque tienen el cuerpo curtido de los cambios de rumbo y de compromisos políticos que se lleva el viento. Iñigo Errejón le pidió al presidente que “pase a limpio estas medidas y que lleguen al ciudadano”. Esteban le advirtió de la eficacia de unas “medidas desestructuradas sin consulta previa con nadie ni negociadas con los afectados como en el caso de los impuestos” y con riesgo de invasión de competencias en las medidas sociales. Mertxe Aizpurua, desde EH Bildu, le animó a ser más ambicioso, sobre todo en materia de reforma fiscal y que grave “con carácter permanente” los beneficios de las grandes compañías.

Tras un martes triunfal, lo de ayer fue un paseo para Sánchez. Ni siquiera se inmutó por la descalificación global que le hizo Inés Arrimadas. Además, se vio favorecido por la ausencia de los líderes de la derecha en un injustificable desprecio a los valores parlamentarios. Y, por si acaso, el presidente evitó pisar el más mínimo charco. Cuando el PNV y EH Bildu le apretaron las clavijas para que dijera sobre qué bases piensa construir su mayoría parlamentaria en la siguiente legislatura, eligió el silencio. Por lo tanto, tampoco se la jugó al escuchar de parte de los dos portavoces vascos que “tuviera valentía” para encarar una nueva estructura de Estado. Esteban le dijo que si lo hiciera “saldría fortalecida su figura y la de su partido”. Que nadie le espere en esa estación.

No ha querido Sánchez en este debate transitar por el conflicto catalán o el descarado incumplimiento de las transferencias a la CAV. Como única recompensa, le adelantó a Esteban que para finales de este mes aparecerá la nueva Ley de Secretos Oficiales. Mucha peor cosecha recogieron los independentistas. Junts y Bel, directamente, ya no creen al líder socialista porque desconfían de su voluntad para llegar a acuerdos verdaderos en la mesa de diálogo. EH Bildu no recibió una mísera carantoña después de haber sacado tantas castañas del fuego. Sirva como detalle que cuando Aizpurua le apremió a “una Transición real y profunda del Estado, sin las hipotecas del 78”, Sánchez le contestó elogiando dos veces la Constitución.

Por si fuera poco, tampoco el presidente se sintió aludido cuando los portavoces vascos deslizaron su fundada sensación de que el Gobierno ha inoculado la propensión al centralismo. Es por ahí donde confluyen los temores de que el giro a la izquierda de estos días sea simplemente cosmético y de duración interesada porque “sigue jugando a dos aguas”, como le recriminó el portavoz jeltzale.

NO HAY ALTERNATIVA

Por encima de este lógico escepticismo, la mayoría parlamentaria constata que no hay alternativa a Sánchez, por culpa del PP. Feijóo y su equipo habían apostado deliberadamente por colocar a ETA en el frontispicio de su argumentario durante este escaparate político. Pretendían así avergonzar al socialismo por su connivencia con EH Bildu y les salió el tiro por la culata. Posibilitaron el fotográfico abrazo entre Sánchez y Patxi López y dieron pie, ante los altavoces del Congreso, al testimonio de la izquierda abertzale de su discurso, ya conocido en suelo vasco, sobre el “reconocimiento a las víctimas y el dolor causado que nunca debió haberse producido”.