Está en capilla, a punto de enclaustrase para escribir ‘Autónoma en llamas’.

—Sí, va a ser mi tercera novela y siempre hago lo mismo. Preparo el proyecto y lo concluyo haciendo un retiro de un mes.

La continuación de ‘Becaria en llamas’ es posible gracias a varios mecenas que han apoyado el proyecto. Qué felicidad y qué responsabilidad, ¿no?

—Sí, la trilogía En llamas la estoy publicando gracias a mecenas y patrocinadoras, lo que las hace obras comunitarias desde el principio. Las campañas para conseguir los apoyos son emocionantes y estresantes, pero llegar al objetivo y notar el soporte previo es una gran satisfacción.

¿Por qué cree que su personaje caló entre un buen puñado de lectoras y lectores?

—Porque es muy fácil empatizar con ella. Es una mujer normal con problemas normales que sobrevive con las herramientas que tiene. ¿A quién no le suena esta trama?

¿Cómo, cuándo y por qué nació su alter ego, Auri Lizundia?

—Llevo escribiendo literatura desde siempre y firmar como Auri era una manera de diferenciar mis publicaciones científicas de las literarias. Cuando descubrí que la realidad y la ficción son difusas y que ya no me hacía falta Auri era muy tarde y la tenía mucho cariño como para dejarla ir.

Ha hecho alguna presentación de la novela en la universidad, que no sale muy bien parada en el texto.

—Sí y pretendo hacer más. La universidad como ente no existe, es la cultura que tiene, los valores y las jerarquías que la sostienen y la precariedad laboral la que queda retratada. Algo muy reconocible para las personas que están dentro, pero que sorprende al resto de la sociedad que mantiene un imaginario de ellas como lugares de intelectualidad y culto.

En la continuación que va a comenzar, no parece que Auri salga del círculo vicioso de la precariedad. ¿De verdad no hay salida digna para alguien con varios títulos superiores?

—Depende de muchos factores, pero en mi caso, una licenciada en Antropología y doctora en Estudios Internacionales solo ha conocido el trabajo decente cuando se lo ha creado ella misma. ¿Hay casos de éxito? Habrá. ¿Dentro de la generación perdida a la pertenezco? No lo tengo tan claro.

¿Lo tiene ya todo pensado o hay lugar a la sorpresa?

—Soy escritora mapa. Cuando me retiro tengo el proyecto, la escaleta, la estructura, la extensión y lo que tengo que escribir cada día, pero siempre hay espacio para las sorpresas. Por ejemplo, el epílogo de Becaria en llamas fue una sorpresa.

Sus trabajos como ‘freelance’ le llevan hasta 14 horas al día. ¿Confía en que algún día eso cambiará?

—No sé qué decirte, porque los picos de trabajos fluctúan y estos meses he estado a tope, pero nunca sé qué proyectos pueden aparecer mañana. Me gustaría estabilizarme y centrarme en algunas líneas, pero de momento, con el panorama laboral que hay, no creo que sea posible y seguiré con la misma dinámica.

¿Un mensaje para quienes ahora mismo cursan su carrera?

—La vida académica es una manera laboral de realizarse que, si te gusta la investigación, es alucinante, pero, ojo, es un mundo del que desde fuera no se sabe nada.