¡Pecado carnal!

– Verdaderamente, es una pena que ya no esté entre nosotros el gran Joan Mari Torrealdai. Nadie como él puso en evidencia la tan arbitraria como esperpéntica maquinaria de la censura franquista. Aunque parezca mentira y duela, hoy podría ampliar su obra con el bochornoso uso y abuso de la tijera, el lápiz rojo y el multón que-te-cagas por parte de quienes tienen el desparpajo de presentarse como progresistas de pata negra. Tan negra como su conciencia, si la tuvieran, añado a la vista de la torrentera de episodios que demuestran que no hay nada más parecido a aquellos curas que encontraban pecaminoso todo lo que les removía sus propias obsesiones ideológicas y/o carnales que los actuales guardianes de la recta moral progresí. Paso por alto la memez de obligar a que en los anuncios televisivos de muñecas y cocinitas se incluyan niños (¿qué pasa con les niñes?), y me centro en la kafkiana peripecia que han tenido que vivir los propietarios de una bodega berciana —¡qué ricos vinos tiene ese trozo de León con sabor galaico!— a cuenta del cartel de promoción que ilustra estas líneas.

Amnistiado

– Me apresuro a aclarar que a alguien en el Instituto de las Mujeres, dependiente del Ministerio de Igualdad español, le ha sobrevenido un tantín de cordura y ha anulado la orden que obligaba a la retirada de la imagen supuestamente ofensiva para la moral y las buenas costumbres. Y en la propia aclaración está el retrato de la Torquemadilla o Savonarolilla que había condenado al infierno el cartel. Atiendan: “Revisando la imagen, siendo una obra de arte de la que caben diversas interpretaciones y tras conocer el contexto de su elaboración y utilización, podemos concluir que el requerimiento realizado pudiera ser desproporcionado”. Una recogida de cable en toda regla, motivada solo por el revuelo que había provocado la difusión del desvarío que supone que, a estas alturas del tercer milenio, la reproducción de una mujer de espaldas en bikini pudiera ser una incitación a la lascivia machirula.

¡Viva lo rancio!

– Esta vez parece que el neopuritanismo en nombre del progreso ha pinchado en hueso. Pero estamos ante una excepción. Ya les he citado lo de los spots televisivos de muñecas, y está también lo del panadero al que le han cascado 7.500 euros de multa por haber puesto un anuncio para contratar “un maestro pastelero”, solo en masculino. Si alguien cree que así se fomenta la conciencia igualitaria, que se lo haga mirar. Jamás pensé que la izquierda encabezaría una cruzada por la ranciedad.