Síguenos en redes sociales:

El sacacorchos

Jon Mujika

La rebelión va por portales

La rebelión va por portales, ya ven.Lo curioso de las protestas que a continuación les detallaré no es su diferencia, sino su semejanza: todas parten del deseo de vivir con dignidad. El viejo Bilbao, que beligerante ha sido con sus derechos, hoy se plantan ante el Ayuntamiento con otra clase de ira: la que nace del amor por lo propio, pero también por lo común. Piden transparencia, silencio, sombra. No es poco.

En Uribitarte, los vecinos se han indignado —con razón, pero sin estridencia— porque el Ayuntamiento les oculta los mapas del ruido. ¿Quién diría que en el siglo XXI una forma de represión sería la cartográfica? Pensémoslo con mimo. Se abrazan al parecer del Ararteko que denuncia silencio y piden más datos. Hay algo muy bilbaino —es decir, profundamente vasco y discretamente ilustrado— en protestar, no por el ruido, sino por la falta de estadística. No me digan que no. Con sus derechos y sus necesidades no apagan la voz.

En esos portales de Marzana que miran a la ría las quejan son otras. Allí los días de sol se han convertido en performance y los vecinos denuncian la invasión de terrazas. Las aceras han sido tomadas por sillas Tolix y vasos de vermut con hielo que no se derrite, en una suerte de ocupación gourmet. Lo que antes era un lugar para tender la ropa o escuchar cómo la vecina cantaba “Eres tú” entre azulejos, hoy es una pasarela de brunches infinitos. Aseguran que les rompen su modus vivendi y piden sosiego.

Pero la palma del lirismo la ganan los vecinos de Castaños, que han elevado el listón de la queja ciudadana al ámbito planetario. Allí, el problema ya no es el ruido ni la terraza, sino el cambio climático. Piden árboles, sombra, una tregua al asfalto. Es una protesta con conciencia global y afecto local. No quieren más coches, sino hojas. No exigen más plazas de aparcamiento, sino pájaros. En un mundo que se quema, estos vecinos proponen regarlo. Hay algo profundamente emocionante en ver cómo la preocupación por el planeta empieza por la sombra de tu calle.

Y si algo hay de admirable en esta bilis de barrio es que, aunque fragmentada, es profundamente civilizada. Se quejan sin romper farolas, como quien redacta una carta de amor con los codos sobre la barra del café. Porque al final, en Bilbao, uno protesta como vive: con seriedad, con orgullo y, sobre todo, con una copa bien puesta.