Con ustedes un barrio clandestino que se forjó en la nocturnidad. Masustegi, el último de Bilbao, nació sin agua corriente, sin autobuses (hubo que secuestrar uno...) y de manos gallegas. En 1963 –justo cien años después de que Rosalía de Castro publicase Cantares Gallegos– Ourense, y media Galicia más, partió de su tierra madre en pos de un porvenir que allí era casi un imposible. Un buen puñado de ellos llegaron a la tierra prometida del trabajo, aquí en Bilbao, y fueron instalándose como podían. Si uno lee que se acaba de vender una parcela por dos euros (hay una intrahistoria que podrán leer en el artículo central pero queda hermoso el titular, en tiempo de carestías...) entiende lo de la tierra prometida, como no.
Deténgase quien esto lea en cómo Bilbao se hizo con estas tierras. El 22 de septiembre de 2009 murió su propietario, Miguel de la Vía, quien tenía pensado en construir una cantera. El Ayuntamiento adquirió 48.692 metros cuadrados –cerca del 90% de la superficie del barrio– lo que permitió actuar sobre el barrio. Además, en 2010 la junta de gobierno de la villa aprobó la compra de 179.057 metros cuadrados de suelo rústico en el monte Arraiz, divididos en dos lotes: uno de 87.526 metros cuadrados cerca de la cima del monte Arraiz y otro de 91.531 metros cuadrados entre Masustegi y la antigua cantera.
Comprar un barrio es, a todas luces, algo insólito. ¿Qué se compra: los besos furtivos de los primeros noviazgos, las reuniones a la sombra de los portales; la iglesia levantada por el sufragio de los vecinos, los cafés y pitillos compartidos, las bodas celebradas y los funerales llorados; las casas levantadas a mano por sus propios moradores, el espíritu propio de sus estrechas calles...? No es fácil ponerle precio a algo así. Dos euros o doscientos millones, no es nada fácil.