ES suficiente su sola mención para que se despierten los nervios y las ilusiones. Para una determinada parte de la sociedad solo con escuchar la palabra OPE se activa la clave para entrar en el paraíso, en el empleo público que tanta seguridad transmite para el desarrollo de una carrera profesional. No es una puerta sencilla de cruzar habida cuenta que el password que da acceso a ese universo exige conocimientos y aptitudes, habilidades, destrezas y formación.

La convocatoria que se activa en breve será la más multitudinaria de la historia de Salud con una oferta de 7.639 plazas al unificar el departamento una oposición ordinaria con el proceso de estabilización del personal interino obligado por ley. Ante la gente opositora se abre ahora un mundo nuevo de oportunidades que bien harían en tomárselo con ambición y ganas. No en vano, los empleos que merodean alrededor de las ciencias de la salud exigen, para su buen desempleo, una vocación a prueba de bombas que se sujeta en un objetivo de altas miras: mejorar la salud. “Dame un empleado del montón pero con una meta y yo te daré un hombre que haga historia. Dame un hombre excepcional que no tenga metas y yo te daré un empleado del montón”, dijo un empresario norteamericano de éxito del pasado siglo. Y eso es lo que le hace falta a una sociedad como la nuestra: hombres y mujeres que hagan historia en los campos de la salud. A buen seguro que alguien, entre los siete mil y pico que van a entrar en la rueda, tiene las capacidades suficientes para escribir renglones en esa Historia.

Al tiempo de este anuncio, Bilbao lanzó otro: la primera OPE de la ciudad solo para personas con discapacidad intelectual, He ahí otra entrada a la gloria, una puerta hacia la accesibilidad universal. Han habilitado cuatro plazas de subalternos , adaptando al régimen de lectura fácil tanto el temario como los modelos de examen. No se trata, no sería apropiado considerarlo así, de un acto de caridad sino de una inciativa bañada en las aguas de la justicia social. Es un ejemplo más de la decisión de Bilbao de convertirse en la ciudad de Jauja, en el sentido más noble de la palabra. Quiere decirse que se está construyendo una ciudad en la que cada día quepa más gente diferente, una ciudad que avanza hacia el progreso sin dejar heridos atrás en la batalla. Lo que les decía al principio: gozar de una vida plena equivale a entrar en el paraíso.