SON emblemas del mundo moderno. La pasión del ser humano por ascender lo más alto posible se refleja en sus construcciones. Rascacielos y torres que cada año se superan más y más, tanto por sus diseños como por su altura; edificaciones que tienen la vocación de conectar con las necesidades del mundo de hoy.

Inaugurado el 4 de enero de 2010, los 828 metros de largo del Burj Khalifa, el edificio más alto de la Tierra, cuenta con lujosas residencias, oficinas y también instalaciones de ocio y bienestar, como la experiencia At the Top, Burj Khalifa SKY, que ofrece una vista 360 grados de la ciudad y es considerada como la plataforma de observación más alta con terraza exterior del planeta. En la nómina de estas maravilla hay huellas de la antigüedad, como la torre inclinada de Pisa; símbolos de la revolución industrial; como la Torre Eiffel, y torres de última generación como la perla oriental de Shangai, la TC de Toronto; el One World Trade Center de Nueva York, cuya semilla se sembró tras los horrores del 11-S, o la la Torre Milad de Teherán. He ahí algunos ejemplos.

La Torre Bizkaia que ayer abrió sus puertas de nuevo con un sugerente sobrenombre, BAT (B Acelerator Tower), que bien pudiera haber nacido de la imaginación de la Marvel, es una guiño evidente a la modernidad. Buscan en su interior un desarrollo tecnológico de última generación, captación de talentos, fórmulas eficaces para la transformación de los modelos económicos que se impondrán a lo largo del siglo XXI, un cabo Cañaveral para el porvenir del que despeguen proyectos y donde aterricen ideas singulares que se distingan, amoldándose a las necesidades de las civilizaciones más avanzadas. Ver cómo florece un espacio así, levantado con ladrillos de esperanza e ingenio, nos invita a pensar que Bizkaia es una de las tierras prometidas.