AS coaliciones electorales son relativamente habituales en política y forman parte de una práctica que se ha desarrollado con cierta normalidad en la historia reciente de Euskadi. Basta remontarse a las primeras elecciones democráticas tras la muerte del dictador, celebradas en junio de 1977, en las que se conformaron coaliciones como el Frente Autonómico (formado por PNV, PSOE y ESEI) que se presentó al Congreso de los Diputados o la Unión Autonomista de Navarra (PNV-ESB y ANV) al Senado, alianzas hoy impensables y circunscritas al momento histórico en el que tuvieron lugar. A lo largo de las doce legislaturas constituidas hasta ahora en el Parlamento Vasco han sido también muchas y variadas las fórmulas de coalición. En la actualidad, la Cámara alberga tres grupos que se presentaron en sendas coaliciones a las últimas elecciones: EH Bildu, Elkarrekin Podemos-IU y PP-Ciudadanos. Si bien la alianza de la formación morada con Izquierda Unida funciona sin mayores estridencias públicas -salvo cuestiones puntuales como cuando dividieron su voto en una de las grandes leyes, la de Presupuestos de 2020, con apoyo de Podemos y rechazo de IU-, las otras dos adolecen actualmente de problemas en su seno que, si bien son de naturaleza y dimensión distinta, están tensionando su forzada unidad. Condicionadas por el mayor o menor éxito electoral, la formación, organización, funcionamiento y convivencia pacífica de las coaliciones políticas no suele ser sencilla. Máxime cuando una de las partes no solo es mayoritaria o muy mayoritaria sino que pretende ser hegemónica y con sus actuaciones amenaza con fagocitar o dejar sin espacio a otra. La recurrente queja del grupo crítico de EA respecto a las diferencias internas por su controvertido encaje dentro de EH Bildu constituido en partido único -incluida la denuncia de la apertura de expedientes de expulsión a militantes- y el último episodio protagonizado por el líder de Ciudadanos en Euskadi pasándose al PP poco más de un año después de constituirse el grupo parlamentario son ejemplos de ello. En este último caso, con el añadido de que la beligerante estrategia declarada de los populares es la de dar por muerta la coalición y llamar a lo que queda de C's a la "casa común del centro derecha", como se autodeclara el PP. Ambos casos son la clara representación de una actitud cainita que en política puede salir cara.