L mismo acto de jura como presidente de Estados Unidos de Joe Biden, su excepcionalidad, define la inmensa magnitud del reto que se erige ante la nueva administración estadounidense. Y la inmediatez y contenido de las primeras medidas anunciadas adelanta algo más que la intención de no eludirlo en el equipo de Joe Biden y Kamala Harris. Pero también Obama llegó al despacho oval que ya ocupa quien fuera su vicepresidente con una vocación transformadora que, sin embargo, quedó notablemente matizada al final de sus dos mandatos, recorrido en la presidencia que a sus 78 años no se vaticina a Biden. Pese a que al segundo presidente católico de EE.UU., el 46º de su historia, ya se le han cargado las referencias de Franklin D. Roosevelt y Lyndon B. Johnson por la grave crisis económica -también política tras la presidencia de Hoover- que enfrentó el primero en 1933 y la conmoción social -también política tras el asesinato de Kennedy- que asumió el segundo en 1963 con sus leyes frente a la segregación racial, Joseph R. Biden tendrá menos tiempo para implementar el profundo cambio que Estados Unidos exige tras el histrionismo de Donald Trump. El regreso al concierto mundial sobre el cambio climático, los dos billones de dólares en estímulos económicos, la paulatina regulación de 11 millones de inmigrantes indocumentados o las primeras medidas concretas frente a la pandemia incluidos en la primera docena de decretos que firma Biden son apenas un inicio en la reconstrucción que exige un país que se diría en declive, sumido como está en una cuádruple crisis: sanitaria, con más de 24 millones de contagios de covid-19, más de 400.000 muertos y un sistema de salud insuficiente; económica, con la pérdida de un tercio del PIB por la pandemia, un desempleo más que duplicado respecto a hace un año y la posición de primera potencia mundial seriamente amenazada; social, tras el clamor contra la desigualdad y la discriminación étnica y las consecuencias del movimiento Black lives matter; y política, aún por comprender el verdadero alcance y los efectos de la polarización provocada por Trump, por superar la conmoción del asalto al Congreso y por concretar la actitud del Partido Republicano ante el impeachment y, por tanto, ante el llamamiento a la unidad que realizó ayer Biden en su discurso desde las escaleras del Capitolio.