L retorno a la actividad escolar será escalonado en Euskadi como una más de las medidas de progresivo asentamiento de las condiciones de seguridad precisas para reactivar la formación de una generación. Tanto las medidas anunciadas ayer por el Gobierno vasco como las que se acordaron de manera compartida la víspera con el resto de comunidades autónomas y el Gobierno del Estado beben de unos procedimientos y protocolos garantistas definidos desde hace meses, comunicados y conocidos por los centros desde antes del verano. La lógica de los mismos no ha cambiado pese al vaivén de la percepción social sobre la incidencia del coronavirus en nuestro entorno. No se definieron en su día protocolos menos seguros por el hecho de que esa percepción social manejase la expectativa de un final inminente del riesgo de contagio durante las semanas de desescalada y eso ha permitido que estén perfectamente capacitadas para responder al escenario vigente, donde los rebrotes y su percepción generalizada elevan la alarma. Los mecanismos de protección y la organización de la actividad escolar son fruto de las experiencias compartidas dentro y fuera de Euskadi, están sostenidas por un consenso general científico y se apoyan en la labor conjunta de los departamentos de Salud y Educación. No cabe perder de vista que la recuperación de la formación del modo más normalizado posible es una necesidad imperiosa y no un capricho. Una suspensión de la actividad docente condicionaría el proceso de maduración pedagógica, social y educativa de una generación. La actividad presencial es una condición a preservar en ese contexto. Indudablemente, las situaciones de emergencia que pudieran producirse conllevarán a su vez medidas excepcionales en las que la integridad y la salud serán el bien fundamental a proteger. Pero en tanto seamos capaces de adaptar el funcionamiento de nuestra sociedad en todas sus facetas -y la educativa es una de las centrales- estaremos sentando las bases de una mejor recuperación de una crisis que afecta a todos los ámbitos. La dotación de medios, de personal, de protocolos de organización interna, los criterios de convivencia en el aula y el centro tienen ese objetivo último: el de fortalecer las aptitudes de los arquitectos de nuestro futuro. En este contexto, todos los debates con ese horizonte son útiles; todos aquellos que no lo tengan nos harán perder tiempo y energía.