LO mejor -quizá lo único positivo- que puede concluirse tras finalizar la semana de huelga convocada en el sector del metal de Bizkaia es que ambas partes, patronal y sindicatos, mantienen abierta -al menos, públicamente- la apuesta por el diálogo y la necesidad imperante de alcanzar un acuerdo. Los paros han tenido una incidencia y seguimiento desiguales durante las cinco jornadas de movilización. Como suele ser habitual en estos casos, los sindicatos consideran que la huelga ha sido un éxito y se sienten legitimados para continuar con “la lucha”, mientras que la patronal, por su parte, cree que el seguimiento ha sido “relativamente bajo”, con mayor incidencia en la zona de Durangaldea, y que no se siente “intimidada” por los paros. Durante estas jornadas han tenido lugar, además, algunos acontecimientos, incidentes y episodios violentos que, sin estar directamente relacionados con el conflicto laboral propiamente dicho -los sindicatos reivindican “un convenio digno” y la recuperación del poder adquisitivo perdido-, han causado perjuicios en propiedades públicas y privadas, han enrarecido notablemente el ambiente y han generado un profundo malestar no solo en la patronal y en las instituciones, sino también entre gran parte de la ciudadanía que se ha visto afectada y se ha sentido de algún modo rehén de unos métodos de presunta “lucha” inaceptables. Ante ello, los sindicatos no han respondido con la suficiente contundencia ni han asumido la responsabilidad, mientras han intentado desviar la atención hacia unas palabras, intencionadamente tergiversadas en su mensaje, sobre un supuesto apoyo a la patronal por parte del lehendakari, Iñigo Urkullu. Mantener el conflicto en estos términos es abocarlo al fracaso. Y el deplorable mensaje sindical de que “o negocian el convenio o seguimos vaciando las fábricas, llenando las calles y generando el caos” va en ese sentido. También la tentación -como ya se intuye- de que la cuestión se cuele en la campaña electoral. El conflicto debe regresar a la mesa de negociación. Tanto patronal como sindicatos deben ser conscientes de ello, lo que implicará, a buen seguro, cesiones. De hecho, algunas centrales ya comienzan a mostrar su inclinación por retomar el diálogo, aunque la dificultad está en la posible ruptura de la inusual unidad sindical. Es hora de negociar con voluntad real de acuerdo.