AUNQUE la certeza sea siempre hipótesis en política, se antoja lógico, quizá lo único lógico, no sumar días a cinco meses de irresponsabilidad para proporcionar más de lo único cierto que sí ha tenido el proceso de la (no) investidura, que es tiempo... y exposición en los medios. Porque no ha venido siendo precisamente la estabilidad que Pedro Sánchez ha repetido como mantra el motor de los escarceos, ni siquiera de los últimos, entre partidos. Y porque el hoy presidente en funciones ya ha manejado mediáticamente hasta el agotamiento la misma doble posibilidad de conjugar en su favor las presiones (del sistema) sobre Ciudadanos y (sociales y de izquierda) sobre Podemos que ya le llevó al fracaso en 2016. La única diferencia es que entonces quiso que Podemos se sumara a un acuerdo con Ciudadanos sobre 200 medidas y ahora, tras presentar 370 que no ha acordado con nadie, solicitó el apoyo de los primeros y/o la abstención de los segundos y del PP en un intento ciertamente petulante de cuadrar el círculo en torno a su figura. En realidad, de haber conseguido las presiones (del sistema) la abstención de los de Rivera, ¿qué políticas iba a poder desarrollar Sánchez, acordes a qué programa y en virtud de qué apoyo parlamentario? La pregunta se repite en el caso de que las presiones (sociales y de izquierda) a Podemos se tradujeran en un apoyo puntual pero crítico de los de Pablo Iglesias al margen de un acuerdo de gobierno y/o legislatura. En ese dilema del roto y el descosido que deviene de la pretensión del líder socialista de conjugar principios y opciones de derecha e izquierda, la arrogancia y la falta de sintonía personal entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han contribuido a un despropósito que se ha prolongado más allá de lo lógico, también de lo recomendable; más si como parece contaba con un final tasado desde el inicio. Ahora bien, pese a esos cálculos y encuestas que parece han ido empujando a Sánchez a las urnas y una vez encarada virtualmente la convocatoria de elecciones, otra cosa será que los resultados de la pugna de los ciudadanos con el hastío el próximo 10 de noviembre puedan configurar una aritmética parlamentaria tan diferente como para permitirle holguras, con lo que Sánchez y el PSOE se verán finalmente obligados a optar y, mediante esa elección, a definirse.