LA violación grupal denunciada en Bilbao por una joven de 18 años y respecto a la cual la Ertzaintza ha detenido a seis hombres ha vuelto a indignar y a sacudir a toda la sociedad, incapaz de asimilar unos hechos radicalmente execrables y repugnantes que vuelven a poner de manifiesto la violencia -en este caso sexual- ejercida contra las mujeres por el mero hecho de serlo, máximo exponente de la desigualdad y el machismo. La juventud de la víctima, el número de presuntos violadores y las circunstancias en que se produjeron los hechos, de madrugada en el Parque Etxebarria, remiten, por desgracia, a casos similares que han conmovido e irritado a todos los estamentos sociales. La necesaria solidaridad con la mujer brutalmente agredida debe acompañarse con la denuncia, firme y enérgica, de cualquier tipo de desigualdad, maltrato, agresión o discriminación, que son el germen de hechos de esta naturaleza. Pero con ello no basta. Los depredadores sexuales como los integrantes de la cobarde manada que ha perpetrado esta agresión deben saber que, como ha sucedido en este caso, van a ser detenidos, procesados y juzgados por el crimen que han cometido, que todo el peso de la ley -que, pese a algunos desajustes, es mucho- recaerá sobre ellos y que cuentan con la condena, el rechazo y el repudio absoluto y sin ambigüedad alguna de toda la sociedad, hombres y mujeres. Cualquier actitud sexista y machista y todo tipo de agresión, máxime las de mayor gravedad como una violación en grupo, están de sobra en nuestra sociedad, que de forma mayoritaria apuesta por la igualdad en todos los ámbitos. Es cierto, también, que ataques de este tipo, su reiteración, la juventud de sus autores y, en algunos casos, el deficiente funcionamiento de la justicia y de otros sistemas institucionales desconciertan a la ciudadanía. Por ello, es imprescindible incidir en las políticas que fomenten y aseguren la igualdad efectiva y el empoderamiento de las mujeres, la educación en estos mismos valores entre los más jóvenes, la formación y el funcionamiento de la Justicia para que no exista una revictimización o legitimación, siquiera implícita, de los autores. Solo la tolerancia cero contra las actitudes sexistas y machistas y la implicación de todos y todas en favor de la igualdad y la seguridad de las mujeres puede acabar con esta lacra.