LA confirmación por el Parlamento Europeo de la elección por el Consejo de la ministra de Defensa alemana, Ursula von der Leyen, como presidenta de la Comisión Europea no puede analizarse desde la ignorancia de la precariedad de su respaldo parlamentario, con solo 9 votos por encima de los 374 necesarios y sumando algunos ideológicamente cuestionables. No en vano, entre los 383 afirmativos figuran -al menos así lo anunciaron ya que el voto es secreto-, los ultraconservadores polacos del PIS o los euroescépticos italianos del M5E y faltan, sin embargo, en torno a sesenta de los 444 que en teoría sumaban los tres grupos (populares, reformistas y socialdemócratas) que acordaron el reparto de los altos cargos europeos. Lo que no es baladí cuando Von der Leyen ha logrado su elección con un discurso dirigido expresamente al objetivo de aglutinar a reformistas y socialdemócratas y cuya formalización en políticas concretas supondría un cambio de paradigma, cuando no una ruptura, con el pasado institucional inmediato de la UE e incluso con la misma trayectoria política de su nueva presidenta. Es cierto que Von der Leyen presenta antecedentes, ya que su padre, Ernst Albrecht, militó en el europeísmo inicial de la democracia cristiana alemana (CDU) y llegó a director general de Competencia de la CE (1967-70). También que encarna por sí misma una transformación al ser la primera mujer que alcanza la máxima representación de la UE. Pero Von der Leyen va a precisar mucho más que el simple bagaje personal cuando Europa afronta la fase final del tan enrevesado como por ambas partes improvisado proceso del Brexit y si pretende realmente responder a los compromisos de su discurso de investidura. La reducción de emisiones del 50% en 2030, la implantación del salario mínimo y el seguro de desempleo europeos, la paridad en el colegio de comisarios como antesala de la igualdad real en la UE, la reforma del pacto sobre inmigración o la preservación del Estado de derecho ante populismos no solo del Este no pueden ser solo citas para captar apoyo. Deben convertirse en acciones políticas concretas de una Europa diferente a la restringida a las decisiones de los Estados miembro ya que son demandas incluidas en la participación y el voto en las elecciones a la Eurocámara. Y la pregunta es sí Von der Leyen poseerá los respaldos para liderar esa Europa que solo será si es otra.