LAS campañas electorales suelen ser terreno abonado para el trazo grueso, las grandes propuestas -en general sin concreción ni proyecto realista sobre cómo llevarlas a cabo y cómo financiar su coste- y también para el exceso y la falta de rigor en algunos análisis, en la mayoría de los casos respecto a la situación económica en sus distintos niveles. Euskadi, en este sentido, no es una isla: ni estamos en un paraíso ni tampoco al borde de caer en el abismo o, en recientes palabras de una candidata a diputada general, en una tesitura en la que en nuestro territorio “lo extraordinario es llegar a fin de mes con un empleo”. Los datos reales son elocuentes e indican que la economía vasca continúa su fase de crecimiento y las previsiones son que el Producto Interior Bruto (PIB), pese a que se está produciendo una leve desaceleración, siga aumentando por encima del 2%, lo que tendrá una repercusión positiva en la creación de empleo. Lógicamente, para conocer la situación real, cualquier dato debe ser contrastado con los del entorno. En este sentido, es destacable que en algunos indicadores, Euskadi está no solo a la cabeza en el Estado, sino que supera ampliamente la media de los países europeos. Así, en cuanto al PIB per cápita, la CAV mejora en un 20% el nivel medio de la Unión Europea y está 30 puntos por encima del conjunto del Estado. De igual modo, los indicadores de competitividad sitúan a Euskadi a la cabeza de todas las comunidades. Es habitual que, sin embargo, estos datos -objetivos y contrastables- sean considerados cuestiones “macroeconómicas” y se intenten rebatir con lo que viene a denominarse “la realidad de la calle”. Es imposible desmentir que se producen situaciones duras de desempleo, vulnerabilidad y riesgo de exclusión social, que intentan paliarse mediante políticas sociales -avanzadas también incluso en Europa- y de generación de empleo, de modo que tampoco se puede obviar que Euskadi está a la altura de los países líderes de la UE en equilibrio social, desigualdad y calidad de vida o desarrollo humano y que hay menos riesgo de pobreza y exclusión social que, por ejemplo, en Finlandia o Dinamarca. Todo ello es posible gracias al esfuerzo de toda la sociedad vasca, empresas e instituciones incluidas, y a la decidida apuesta de país por la estabilidad política y económica como un gran activo para el desarrollo presente y futuro.