LAS elecciones generales celebradas ayer han cambiado el mapa político del Estado español, han supuesto un mensaje muy claro de la ciudadanía de rechazo taxativo al modelo ideológico y territorial que proponía la derecha y dibujan un escenario complicado pero al mismo tiempo viable para la gobernabilidad. La alta participación registrada (75,79% en el Estado, en torno a un punto menos en Euskadi) debe interpretarse como una indiscutible reacción social con el objetivo de frenar las propuestas cada vez más radicalizadas de las formaciones de derecha, incluida la más ultra, Vox. Ese modelo ha sido invalidado por la fuerza del voto, ya que PP, Ciudadanos y Vox no solo no logran sumar mayoría sino que ni siquiera han crecido en número de sufragios. A este respecto, Euskadi ha respondido con absoluta firmeza. En primer lugar, porque esas derechas -incluido el PP y uno de sus más insignes dirigentes, Javier Maroto- se han quedado sin representantes en la CAV, lo que debería llevar a los populares a una profunda reflexión. Pero también por el indiscutible liderazgo del PNV, que crece significativamente en número de votos, logra seis escaños -uno más- y nueve senadores -tenía cinco- en un escenario complicado como son siempre unas elecciones generales y con la continua apelación al denominado voto útil a los partidos de ámbito estatal. Es también destacable que EH Bildu, aunque es la cuarta fuerza política en la CAV, consigue cuatro asientos en Madrid. Asimismo, en Nafarroa las derechas unidas no llegan siquiera -incluso con Vox- a los votos que tenían por separado. Todo ello, con la clara victoria de ERC en Catalunya (con 15 escaños) y los siete representantes de JxCat, fijan un Congreso con un importante avance y presencia de fuerzas nacionalistas, lo que supone el dibujo de un modelo territorial claramente alternativo al de las fuerzas reaccionarias y recentralizadoras, más plural, abierto y plurinacional. Pedro Sánchez, claramente vencedor de las elecciones, no puede obviar esta realidad, pese a los cantos de sirena que sin duda le llegarán para que pacte con Ciudadanos, situado en el bloque derrotado en las urnas. El líder socialista tiene el reto de asentar ese modelo y de resolver el conflicto territorial -sobre todo en Euskadi y Catalunya- que demanda la ciudadanía, para lo que deberá buscar puntos de encuentro mediante el diálogo y el acuerdo.