La visión que Europa necesita para no solo aguantar, sino liderar
Hace apenas unos días, la Comisión Europea presentó su Informe de Prospectiva Estratégica 2025, un documento de ambición clara en un momento complejo: la UE no se contenta con reaccionar, con sobrevivir frente a crisis ya en curso, sino que pretende anticiparse, transformarse y prosperar. Bajo el paraguas de un nuevo concepto, Resiliencia 2.0, se dibuja una hoja de ruta que engancha con los temores más actuales —geopolítica volátil, cambio climático acelerado, riesgos tecnológicos, amenazas a las democracias—, pero que ante todo mira hacia adelante. No bastan las defensas: lo que importa es construir una Unión capaz de adelantarse a lo desconocido, de modular escenarios futuros y de convertirlos en palancas de oportunidad. En ese espíritu, el informe señala que desde 2026 los ejercicios prospectivos serán permanentes, que no solo analizarán qué tendencias existen, sino cómo moldean posibles futuros y cómo ajustar políticas públicas para no quedarse atrás.
GOBERNAR LA INCERTIDUMBRE
La primera gran novedad de Resiliencia 2.0 es lo que podríamos llamar su cambio de estado: de lo reactivo a lo proactivo. Europa ha vivido demasiados episodios en los que las políticas llegaron tarde –la pandemia, la invasión de Ucrania, la crisis energética–. Este informe insiste en que la resiliencia ya no puede quedar reducida a gestionar daños, sino que debe ser un eje estructural: anticipar lo inimaginado, prever escenarios rupturistas, preparar infraestructuras, cadenas industriales y sistemas sociales para las interrupciones. Las ocho áreas de acción que propone la Comisión –desde la seguridad exterior e interior, pasando por tecnología e investigación, cohesión democrática y social, hasta la educación, las transformaciones demográficas o la equidad intergeneracional– configuran un marco integral. No se trata solo de soportar choques, sino de adaptarse, de pivotar económicamente, de preservar valores fundamentales incluso bajo presión, y de sostener un bienestar inclusivo que no dependa de coyunturas.
DE LAS PALABRAS A LAS POLÍTICAS
Ahora bien: las buenas intenciones reclaman concreciones. La Comisión fija la «visión global», la autonomía estratégica, el refuerzo de la economía frente a disrupciones, la lucha contra la desinformación… pero los Estados miembros deberán comprometerse, asignar recursos, reformar estructuras y adaptarse institucionalmente. ¿Cómo se traducirá esto en los presupuestos nacionales? ¿Cómo se coordinarán las políticas industriales, tecnológicas y educativas para evitar duplicidades, fragmentaciones o rezagos locales? Europa necesitará mecanismos creíbles de gobernanza que vinculen decisiones a largo plazo con rendición de cuentas real. Además, la implicación ciudadana será clave: si las poblaciones no entienden que anticipar no es vivir en miedo, sino prevenir, la resistencia política y social puede convertirse en otro gran riesgo. Impulsar la innovación, fortalecer competencias, fomentar redes de cooperación tecnológica y asegurar que nadie quede atrás en la transición social y climática serán pasos esenciales.
DESAFÍO PARA ESPAÑA
Para España, el concepto de Resiliencia 2.0 llega en un momento crucial: con una economía abierta y expuesta a shocks globales, con un tejido empresarial que aún lidia con los efectos de la inflación y con un modelo territorial que requiere cohesión social, anticipar el futuro no es un lujo, sino una necesidad. La prospectiva europea ofrece un marco donde nuestro país puede aportar capacidades en energía renovable, infraestructuras digitales, cooperación euromediterránea y puentes transatlánticos con América Latina. Pero para ello deberá también reforzar su propia gobernanza, evitar la tentación del cortoplacismo y apostar por una visión estratégica que vaya más allá de la coyuntura política inmediata.
La resiliencia que Bruselas plantea no es abstracta: implica preparar a las sociedades para cambios disruptivos, invertir en talento, proteger la democracia de amenazas híbridas y, en definitiva, pensar a largo plazo. España tiene la oportunidad de situarse en primera línea de ese proyecto, siempre que asuma la exigencia que conlleva.