A lectura de la extensa entrevista concedida por Aitor Elizegi en la edición dominical de este diario provoca una sensación idéntica a la que producían sus primeras intervenciones públicas. Desde luego no cabe negar que a lo largo de estos casi tres años el discurso del presidente del Athletic, pero esto que podría interpretarse como un valor en sí mismo, una virtud, un beneficio para el club, en realidad es un problema. Y es que la sensación que dejan sus opiniones y reflexiones, o su particularísimo modo de expresarse, es de destemple. Una mezcla de perplejidad y preocupación imposible de eludir porque sus declaraciones en ningún momento han servido para construir un lenguaje institucional nítido, coherente, accesible para la comprensión del socio y del entorno.

La primera respuesta ilustra lo apuntado. Habla de que hace un año su directiva solicitó apoyo al socio, pues necesitaba su aportación económica y la de la plantilla para superar una coyuntura compleja. Y omite que tras ver revocadas sus propuestas en primera instancia, tomó la determinación de eliminar la petición del abono de la cuota, medida cuyas consecuencias no hace falta decir que fueron en detrimento de la salud del club. La falta de rigor que delata su exposición en este asunto concreto no le impide afirmar lo siguiente: "Hacemos lo que dijimos que íbamos a hacer y prometimos". Pues vale.

La segunda cuestión que trata Elizegi surge de unas declaraciones que realizó pocas horas antes a una emisora, donde expuso la opción de hallar una empresa para completar el nombre de San Mamés. Un modelo de patrocinio bastante extendido de cuya aplicación en el Athletic nada se había escuchado previamente. El dirigente no tuvo empacho en plantear así, a bocajarro, una idea que lógicamente genera controversia y ello en víspera de reunirse con los compromisarios, o sea en la antesala de un evento delicado vistos los antecedentes.

Emulando pues al contador, Jon Ander de las Fuentes, que la pasada semana saltó al ruedo abogando por ampliar los límites que contempla la filosofía del club para la captación de jugadores, el presidente hizo su personal aportación al lío. La manera de rebajar la tensión que hubiese podido crear la salida de pata de banco del contador es sencillamente formidable por parte de Elizegi. Lo resuelve introduciendo el matiz de que lo de la "cantera global" no deja de ser "una opinión personal" que él en absoluto comparte. Lo de apellidar el campo será entonces otra opinión personal, en este caso de su propia cosecha.

Se deduce por tanto que en la mentalidad del máximo responsable de la entidad no se contempla siquiera cuestionar la inoportunidad de que hacen gala los portavoces autorizados de la misma, él incluido. Parece que ostentar la responsabilidad es un juego que da derecho a poner a prueba la sensibilidad de los receptores con cualquier tipo de ocurrencia. Quien así procede debe estar convencido de hallarse por encima del bien y del mal, de lo contrario no se explica.

Pero no se queda ahí. El periodista inquiere: "¿De verdad piensa en rebautizar San Mamés por unos ingresos extra?". Respuesta: "Si pone en mi camiseta Iribar, pone sostenibilidad, igualdad, responsabilidad, pone futuro...". Repregunta: "No me ha contestado". Respuesta: "Te he contestado qué tiene que poner en mi camiseta para dejarle apellidarla". Como remate, no hubiese sobrado aquello de "No hay más preguntas, señoría". Por no apelar al socorrido sin comentarios.

La entrevista ofrece abundante material para agravar el desconcierto del lector, demasiado para respetar el espacio de esta columna, pero cómo sustraerse a lo que dice Elizegi de la famosa provisión: "Quizás lo más importante era no haber necesitado crear una provisión. Ahora, obviamente, nuestra obligación es salvaguardar esta herramienta porque es imprescindible para gobernar el tránsito,...". Lo dicho: sin comentarios.