SIENDO rigurosos, para situar el tema habría que hablar de cuesta de enero y febrero. Pese a que de momento en este segundo mes únicamente se haya celebrado un partido, acabó en derrota y además sucede que durante la semana en curso la densidad del calendario no varía: toca jugar en jueves y en domingo. A la vuelta del paréntesis navideño, el Athletic ha visto cómo su agenda se recargaba debido a las diferentes eliminatorias de Copa y cómo entraba en una racha de resultados negativa que todavía no ha zanjado.

De estar jugando desde el verano un compromiso por semana, con sucesivos descansos que venían a compensar alguna cita en día laborable que hubo por ahí suelta, de repente el equipo se ha visto inmerso en una dinámica bastante más exigente. Y a tenor de cómo le está yendo, no lo ha digerido bien. No parece que sea casualidad que los marcadores dejen de ser favorables justo ahora y persista esa inercia en una secuencia tan dilatada. Previamente, el Athletic había descrito diversos altibajos, tramos buenos o malos que iba alternando y que no sobrepasaban los cuatro o cinco partidos. Esto es diferente dado que el número de encuentros que engloba la actual racha es mayor, de manera que diríamos que es la clásica fase que examina el estado de forma del grupo, que lógicamente va cambiando a lo largo de la campaña, sino que pone a prueba la fortaleza de la alineación tipo y, a la vez, la valía de la plantilla al completo, lo que se llama el fondo de armario.

Verdad es que el Athletic había perdido la costumbre de actuar de seguido cada tres o cuatro días, una experiencia que en absoluto le era desconocida. Al contrario, se trataba de una tónica asumida como normal, aunque acaso no lo fuera tanto. Bueno, esto lo dirá el tiempo, pero la realidad es que esa circunstancia consistente en añadir anualmente una decena o más de citas al calendario tradicional de liga y Copa se estuvo repitiendo de forma sucesiva gracias a las clasificaciones europeas. Si se afirma que el hábito se ha extraviado es porque la presente temporada enlaza con una anterior en que el cometido de los rojiblancos se centró básicamente en disputar los partidos ligueros. La participación copera quedó reducida a una ronda frente al Huesca, a caballo entre noviembre y diciembre, y otra, la de octavos de final, en enero contra el Sevilla, que supuso el adiós al torneo. Aprovechar el recordatorio para señalar que en mitad del único emparejamiento superado, a Eduardo Berizzo le mandaron a su casa, así que Gaizka Garitano estrenó el banquillo que hoy ocupa en el marco del torneo del K.O..

Un Garitano que el domingo se sorprendió ante la pregunta de si estaba preocupado. Como para no estarlo después de rematar con una derrota en San Mamés una serie de cinco empates, que hacen siete si se computan los cruces con Elche y Tenerife. "Muy preocupado", soltó en un tono que traslucía perplejidad y enojo. Su equipo era capaz de orientar de su lado los duelos con una frecuencia superior y la tendencia se ha invertido. Antes de nada, admitir que el empate no es un marcador inusual en la etapa del actual técnico, lo que responde a que ha amoldado el bloque a un modo de competir que le permite desenvolverse con ciertas garantías en las distancias cortas, léase marcadores cortos.

Dicha propuesta entraña un formidable gasto físico y mental. Físico por el enorme trabajo sin balón que conlleva y porque los titulares acaparan muchos minutos. Y gasto mental porque todo lo anterior termina afectando al ánimo, sobre todo si el plan de repente deja de ser rentable, como está siendo el caso últimamente. Por supuesto llegarán momentos más gratos, el Athletic no va a estancarse, traicionaría sus esencias, pero la cuestión es dónde consigue frenar esta leve pero prolongada caída que protagoniza. ¿El jueves, el domingo, cuándo..?