LOS días de enero pasan lentamente dejando una sensación de parálisis o indefinición en torno al caso de Ibai Gómez, que parece el único asunto que puede relacionar al Athletic con el mercado de fichajes. No ha trascendido gran cosa, salvo el manifiesto interés del Espanyol por hacerse con los servicios del delantero, reflejado en el contacto efectuado, de director deportivo a director deportivo, hace ya algunas fechas. La única razón para que aún se mantenga viva la posibilidad de que la operación cuaje sería que el futbolista no ha dado una negativa explícita al cambio de aires. Si lo hubiera hecho, la expectativa del conjunto catalán carecería de sentido y en Barcelona no se seguiría hablando del tema como está ocurriendo. La clave descansa por tanto en la voluntad del futbolista, mientras él no adopte una postura clara y la comunique a quien corresponde, la opción permanecerá abierta.

Al margen de que en nombre del Espanyol, Jesús Rufete llamase a Rafa Alkorta para trasladarle su disposición a efectuar una oferta por Ibai, que es el paso que todo el mundo conoce, es obvio que Abelardo Fernández no se ha quedado a verlas venir y ha hablado directamente con el jugador. Como les fue bien juntos en las filas del Alavés, el técnico asturiano estima que la experiencia podría repetirse ahora. Abelardo sería pues la garantía de Ibai, un argumento sólido para embarcarse en un proyecto incierto e intentar recuperar un estatus que se ha ido devaluando a lo largo del año consumido en Bilbao.

Ibai ha tenido la oportunidad de comprobar lo cara que para él está la titularidad en el Athletic y aprovecha cada intervención pública para expresar su deseo de jugar y gozar de una continuidad que se le niega. Cuesta creer que si en estos doce meses no lo ha hecho, en adelante vaya a convencer a Gaizka Garitano de su valía.

En este contexto y pese a que firmase un contrato que finaliza en 2022, la inesperada aparición de Abelardo, tercer entrenador de los pericos desde el verano, puede servirle de trampolín para recobrar sensaciones positivas.

Dando por supuesto que en el aspecto económico el Espanyol estará a la altura, más que nada porque siendo colista no está en posición de regatear demasiado y a modo de prueba ahí quedan los 20 millones que ha invertido en la captación del ariete Raúl de Tomás, la duda que embargaría a Ibai sería de índole deportiva. Es natural que el temor al descenso retraiga a Ibai, que deberá sopesar si le merece la pena arriesgar siendo importante en otro equipo o se decanta por abrazar la seguridad que le da el Athletic, donde parece definitivamente abocado a desempeñar un rol carente de relieve, casi intrascendente.

Aquí cabría introducir una fórmula para salvar las reticencias del jugador, consistente en una cesión hasta junio que se transformaría en compra obligatoria en el supuesto de que el Espanyol conservase la categoría. Pero soplar y sorber, no puede ser. Lógicamente, el Athletic no contempla dicha maniobra. Accedería al traspaso puro y duro, nada más. Con la perspectiva que otorga la gris estancia de Ibai en el equipo, ya es bastante engorroso admitir el error de su repesca como para encima andar con medias tintas y transigir con la probabilidad de una tercera etapa del jugador con la camiseta rojiblanca a partir del próximo verano.

En suma, Ibai tiene la palabra. Si atiende los deseos de Abelardo, no habrá duda alguna de que es él quien da el paso, liberando así al Athletic, como institución, de la responsabilidad: compensaría el desembolso del pasado enero y se desprendería de un activo que no ha funcionado. Falta por comentar la opinión de Garitano, quien recientemente se mostró contrario a abrir la puerta a ningún integrante de la plantilla, se supone que exceptuando al inédito Ganea. La resolución a nivel interno de esta iniciativa promovida desde Barcelona se antoja delicada. No obstante, aunque objetivamente la marcha de Ibai no represente una merma importante, le compete a la dirección deportiva rentabilizar el acuerdo con el Espanyol con otro movimiento, a poder ser antes de que venza enero. Seguro que ya está en ello. Por si acaso.