PARA comprender el alborozo, conviene recordar que Joaquín ha sido elevado en vida a los altares del beticismo, está a punto de renovar su contrato hasta que cumpla los 40, es el tercer máximo accionista del club, ya se le considera como el presidente in péctore de la entidad verdiblanca y en toda su larga carrera no tuvo otra como la de ayer: tres goles en un mismo partido, y encima de carrerilla, en apenas veinte minutos, y los tres a rosca, poniendo el Villamarín patas arriba. La estadística tiró de memoria para ilustrar la efemérides y resulta que a sus 38 años y 140 días el cachondo de Joaquín le ha arrebatado a don Alfredo Di Stéfano, ilustre carcamal, un récord que tenía desde 1964, cuando a sus 37 años y 255 días se convirtió en el futbolista más viejo en conseguir un triplete. En la génesis de uno de sus goles Joaquín alcanzó una velocidad punta de 33 kilómetros por hora lo cual, tratándose de un jugador provecto, tampoco está nada mal. Aún pudo conseguir un cuarto gol, ya en el tramo final del partido, con el Athletic despendolado en busca del empate. Unai Simón, esta vez sí, tuvo la intuición y reflejos necesarios para evitar un regodeo mayor.

“El pobre habrá dicho: el cuarto no te lo voy a permitir”, argumentó luego Joaquín, porque el pobre, francamente, estuvo vendido en los tres tantos del Betis.

Puestos a tener un mal día, conforta que el verdugo tenga cara de guasón y celebre los goles mostrando un gozo espontáneo, sin artificio ni coreografía cerril.

-Manolo, ¡viernes ya!

-¡Eres el compañero de celda más tonto que he tenido...!

Se abre el telón: en un bar dos vascos están esperando junto al váter a que otro vasco acabe, ¿cómo se llama la película?

-TerminaAitor.

Escrito así, más que gracia los chistes de Joaquín pueden dar hasta grima, pero salidos de sus labios sin duda que suenan a sandunga. En sus noches de insomnio, al jugador bético le da por grabar vídeos con sus ocurrencias. Malos chistes convertidos en gracia de puro salero. Puede tirarse horas recitando sinsorgadas y luego las cuelga en su cuenta de Instagram, convirtiendo ese don natural en un referente para gente que le busca a propósito. Personas melancólicas, deprimidas, solitarias y con mucha necesidad de esbozar una sonrisa.

Así que, de perdidos, que sea Joaquín el causante. Ahora bien, la respuesta del Athletic para recomponer el desaguisado fue bastante pobre. El ridículo penalti que cometió Álex Moreno al filo del descanso lo transformó Iñaki Williams abriendo una puerta a la esperanza. El segundo gol, anotado por Yuri, fue más bien consecuencia de un arranque feliz, pues tampoco es normal que semejante zapatazo desde fuera del área acabe con tan buen destino.

El 3-2 metió el miedo en el cuerpo de los béticos, sin duda, pero no hubo forma. Al equipo de Gaizka Garitano no se le puede reprochar entrega y obcecación, pero sin fútbol ni luces que alumbren el camino es muy difícil remontar un partido tan aciago.

Nadie pudo ni supo eclipsar el gran día de Joaquín, pero la pequeña hazaña y sus circunstancias, una edad a la que los futbolistas están mayormente jubilados, nos trajo añoranzas sobre Aduriz, cuatro meses y medio más viejo, o al ilustre ausente, Raúl García, un hombre con olfato de gol, carácter y ascendencia sobre el colectivo. Garitano ofreció la alternativa a Kenan Kodro, y fue un desastre. Casi nadie se salvó del naufragio, así que tampoco conviene ahora cargar las tintas. Sin embargo cuando la solidez defensiva se resquebraja de aquella manera sobresalen las carencias, mayormente la ausencia de gol.

La dura derrota viene después de una semana de euforia. Se ha reseñado el año natural que lleva Garitano en el puesto de entrenador, destacando sus números de Champions. Sucede que cada vez que el Athletic llega a un momento álgido e ilusionante, se atasca. La pasada liga cuando se tocaban los puestos europeos. O cuando en esta el equipo rojiblanco alcanzó el liderato tras la quinta jornada 26 años después. O cuando tras encadenar tres triunfos consecutivos se buscaba en Sevilla..., por mucho que el técnico pida una y otra vez prudencia.