EXTENDIÓ sus tentáculos intuyendo el violento remate de Gerard Moreno y el balón le pegó en plena cara. Antes y después Unai Simón, con su 1,90 desplegado en todas las direcciones, protagonizó otras dos paradas extraordinarias, una despejando un balón con mucho veneno tirado por Cazorla y la otra tras un remate a bocajarro, de cabeza, de Albiol.

Lo que me dejó realmente pasmado fue la imperturbable reacción del mozo al balonazo en pleno rostro. En condiciones semejantes cualquier otro portero (cualquier otro ser humano) se hubiera retorcido de dolor (Buyo, ¿recuerdan? seguro que sí) o mostrado al menos cierto grado de turbación y atolondramiento. Los más bizarros se habrían pasado una mano por la cara, el mínimo exigible para demostrar que se tiene sentido y sensibilidad. Unai, en cambio, ni parpadeó, el tío, entre el asombro de la hinchada del Villarreal, que si bien apenas pudo apreciar el detalle cayó en la cuenta de lo evidente, que las musas aleteaban alrededor de Unai Simón impregnándole con su fragancia. Dicho de otra forma: no iba a ser el día de Gerard Moreno, el pichichi de la categoría; ni de Toko Ekambi, Carlos Bacca, Cazorla o cualquier otro jugador del Villarreal. En definitiva, el segundo equipo con más goles de LaLiga Santander tras el Barça, que lleva marcados catorce más que el Athletic, puso el punto y final a un récord de 24 partidos consecutivos que llevaba anotando en la portería contraria, verbigracia Unai Simón.

Cuando el cancerbero gasteiztarra falló estrepitosamente en la jugada que permitió al Valladolid empatar en San Mamés y al siguiente partido no estuvo precisamente lúcido en el Wanda Metropolitano mucho se especuló con la posibilidad de relegarle al banquillo y dar otra oportunidad a Iago Herrerín. Tampoco habría sorprendido, porque Gaizka Garitano ya lo había hecho para enfrentarse al Leganés en Butarque, y sin embargo el técnico optó por no hacer mudanza en tiempos de tribulación. Es decir, contra toda especulación Garitano optó por reafirmar su confianza en Unai Simón y esta determinación le ha servido para arrancar de Vila-Real un punto de calidad. Ahora puede pavonearse el entrenador de dirigir al equipo menos goleado de la primera división, que tiene mucho mérito, pero de no haber sido por la inspiración del portero estaríamos hablando de otra cosa. Lo normal es que alguno de los dardos que lanzó el Villarreal hubiera dado en la diana, como también es norma la ineficacia goleadora del Athletic, aunque en La Cerámica tuviera más ocasiones que nunca lejos de su estadio y ni por esas.

En cierto modo, lo que ocurrió el pasado miércoles ante el Espanyol, ¡tres goles de una tacada!, ha pasado a la categoría de lo excepcional para un equipo que tiene más puntos (17) que goles (11), mostrando un desequilibrio que deja cojo cualquier proyecto deportivo medianamente ambicioso.

Garitano ha optado por acercar más a Muniain al área contraria, deja flotando por sus inmediaciones a Raúl García y da licencia a Iñaki Williams, que no termina de consolidarse como un goleador de alcurnia. Ninguno tuvo su día frente al Villarreal, y la opción más clara para batir su portería la protagonizó San José, una de las novedades en la alineación. Poco más se supo del navarro, como tampoco de Ibai Gómez, la otra apuesta del técnico, y nada transcendió de Aritz Aduriz por razones obvias: no jugó nada.

Si en todos los partidos anteriores el técnico le dio algunos minutos al veterano delantero ayer prescindió del todo, y en cambio apostó por reforzar las bandas con Larra y Córdoba, probablemente para abundar en los centros al área rival, una opción por otra parte bastante redundante en el técnico deriotarra y que necesita consumados especialistas, como Aduriz.

El caso fue que el Athletic salió indemne de La Cerámica, y es el único en lo que va de curso, Unai Simón cuajó un partido memorable y lo que hace una semana parecía zozobra ahora se ve con otro talante, contenida la hemorragia.