Las relaciones turco-chinas son tan difíciles de entender como los amores pasionales. Así, hace diez años, con los islamistas del AKP recién instalados en el Gobierno de Ankara, el presidente turco Erdogan denunció el “?genocidio chino de los uigures?, para pasar luego por un tobogán de aproximaciones y distanciamientos a Pekín en el que acabaron dominando aquellas.

Para intentar entender ese proceso hay que tener en cuenta la Historia (el pasado lejano) y la economía (el presente). La Historia habla de los problemas que ha tenido desde sus inicios China con sus vecinos turcos (los uigures son el pueblo turco más vinculado a China y hoy en día constituye la población de la provincia noroccidental de China, Sinkiang). Pese a la fuerte sinización de los uigures de esa provincia, Pekín los ha tratado siempre con dureza y en los últimos lustros los ha discriminado incluso en su propia casa para avanzar más deprisa y a menor costo en la explotación de las enormes riquezas del subsuelo de Sinkiang.

Los uigures han respondido con una resistencia pareja, resistencia que ha generado incluso campañas terroristas. La respuesta china ha sido el internamiento en gigantescos campos de concentración de más de un millón de uigures - ¡el censo total ronda los 3.000.000! - para su “reeducación”, así como una represión feroz de toda disidencia. La última víctima de esta represión ha sido el poeta y cantautor Abdurehim Heyit, quien acaba de morir en la cárcel a los dos años de ser encerrado. Había sido condenado a 8 años de prisión por una canción nacionalista uigur suya. La muerte de Heyit ha repercutido en todo el mundo musulmán en el que goza de una enorme popularidad.

La economía explica la enorme tolerancia del mundo islámico con el maltrato de los uigures. Pekín dispone de enormes reservas financieras y las usa por un igual para acelerar el propio crecimiento como para influir en la política de los países emergentes. En el caso de la Turquía de Erdogan, que aspira a erigirse en el líder del mundo islámico, Pekín premió el silencio turco sobre el tema, concediendo la pasada primavera a Ankara un crédito de 3.600 millones de $. Además, en la última temporada turística, 400.000 turistas chinos visitaron Turquía? y es bien sabido que Pekín interviene hasta en las orientaciones viajeras de sus súbditos. Hechos similares, aunque de volúmenes diferentes en función de las respectivas economías, se ha dado en casi todo el ámbito islámico.

Pero la creciente movilización política de las naciones musulmanas ha ido cohesionando la actitud de estas frente al resto del mundo (las luchas internas son parte integrante de la política islámica) y Pekín teme ahora que la muerte de Heyit sea un catalizador de un movimiento anti chino y que el oportunismo de Erdogan lo acelere aún más.

De ahí que ante la dura denuncia turca, el Gobierno chino se haya abstenido prácticamente de toda reacción oficial y se ha limitado solo a señalar que en los últimos 25 meses no se ha registrado ningún atentado terrorista en Sinkiang.