QUEL que lucha puede perder, pero quien no lucha ya sabe que perdió. La vida misma está llena de retos, desde que nacemos hasta que morimos, pero incluso en los momentos de flaqueza y debilidad, dentro de nuestras posibilidades, podemos hacer mucho para mejorar nuestra situación. Ese es el caso que atañe a la pelea contra quien no se resiste a la ELA, un ejemplo de Jaime Lafita que nos demuestra que lo que cuenta no es la fuerza del cuerpo, sino la fuerza del espíritu.

El coraje es tener miedo hasta la muerte, lo que es lógico, y quedarse de pie de todas formas como si uno renegase a sacar la bandera blanca de la rendición. No en vano escuchando a alguien que bien sabe dónde y cuándo habla (Nelson Mandela, sin ir más lejos...) bien descubre que la persona valiente no es quien no siente miedo, sino aquella que lo conquista. No por nada, Jaime Lafita es consciente de que, por mucho que la ELA le apriete cuanto puede, con osadía uno que sufre y no se rinde en la pelea siempre es mayoría.

La lucha de Jaime, como ven, es pura resistencia, una militancia entre los partisanos que no dan su brazo a torcer. Por mucho que Jaime se vea alcanzado por el rayo de la ELA, él está inmerso en el empeño de navegar y pedalear, en volcar todo su esfuerzo en avanzar 190 millas y 900 kilómetros para salir, supongo, de las estrecheces de una enfermedad impulsando la investigación.

No se trata de avanzar un metro sino de avanzar en lo que a cada cual le quede de vía. Ese es el desafío que cuenta. Quien, como Jaime, se sumerge en aventuras como la que él ha aprendido bien sabe que a la cima de la supervivencia uno no llega superando a los demás sino superándose a sí mismo, todo un desafío.

Es curioso que el coraje físico sea tan común en el mundo y el coraje moral resulte tan raro, si se tiene en cuenta que la fuerza más poderosa que se conoce en la humanidad, sea cual sea el cepo que a uno le atrape, es la fuerza de voluntad.

Jaime ama el surf y el ciclismo pero por encima de estas distracciones valora a lo grande su capacidad de superarse a cada metro que gana con la ELA a cuestas. Lo más poderoso es que a uno le nazca la piel de lagarto, dura de pelar. Claro que por el camino dejas de pensar en ser duro y todo eso; deja de ser importante quién gana sino en cómo se vence, cómo uno es capaz, día a día, de dar un paso más adelante.