UESTRO destino no es un lugar sino una nueva forma de ver las cosas", nos dijo Henry Miller cuando se refería a los viajes de recreo o a un estilo de vida nómada. Digamos, como curiosidad, que el escritor neoyorquino es compatriota de Frances McDormand, protagonista de la película del año, Nomadland, cuyo argumento encaja a la perfección con la idea del viejo Henry aunque ese viaje, sin hacer spoiler alguno, no sea lo que se dice un camino de rosas. Y si uno enlaza ambas ideas, un estilo salvaje y bravo de viajar y la idea de ir dando tumbos como los carros de mudanza de antaño, aparece en escena el tercer protagonista de este artículo: las autocaravanas.

Si no fuera porque hay quien siente cierta sensación claustrofóbica en el interior de este tipo de vehículos, se diría que es el medio idóneo de transporte para vivir la aventura del viaje. A uno le da la sensación, quizás por falta de costumbre, de que viajar en autocaravana tiene algo de literario o cinematográfico, algo de huida de la monotonía gris: como si fueses un forajido que cabalga hacia la despejada llanura tras la refriega del saloon o el gánster con el pie en el estribo del reluciente coche negro huyendo del banco, en medio de un tiroteo mayúsculo. Algo a caballo entre la extrañeza y la magia.

Ahora que van a exhibirse sin pudor alguno en el BEC, las autocaravanas reaparecen. En nuestras fantasías, para los que no hacemos uso, o en los recuerdos de quienes aman ese estilo de vida. Como consejo del día nos aseguran que esta forma de transporte ofrece lo que hoy se antoja un tesoro: la seguridad para moverse en las que fueron, o aún lo son, tierras de pandemia. Tierra virgen en el sembrado de los contagios. La nueva forma de ver de la que les hablaba el tío Henry.

Como ven, en los concesionarios ya no venden la potencia de los caballos de vapor ni las nuevas tendencias eléctricas. Ni siquiera el confort de los habitáculos indeformables o la capacidad de embarque. Lo que se venden son emociones a tutiplén. Y eran justo esas, las emociones, las que más añorábamos cuando estábamos encerrados entre cuatro paredes. Por eso les concedo una oportunidad de las buenas para hacer negocio. Incluso no sé si mirar cuánto me queda de saldo.