ASTA con echar un vistazo hacia otras tierras para comprobar cómo se ciernen nuevos peligros sobre el futuro que se nos avecina, que la existencia del más listo de todos no es un espécimen único ni exclusivo. Miren, si no, la cartelería de Inglaterra y sus mutaciones. En un principio, como en el resto de la humanidad el lema era universal: Quédate en casa. Abiertas las puertas a la sociedad al amparo de un regreso progresivo a la vida anterior (eso de nueva normalidad es un desliz gramatical...), el nuevo cartel matiza con precisión: Estate alerta. Uno percibe la diferencia y la traslada a lo sucedido ayer en un rincón de Ledesma y entiende el porqué de la necesidad de promulgar un secreto estado de alerta. No ya con el virus pendenciero sino con el personal que mira para otro lado y se lava las manos (con la peor de las higienes posibles, esa que se usa para lavarse la conciencia...) cuando le preguntan por qué hiciste eso, por qué provocaste una avalancha a la puerta del bar.

"Es que los políticos lo han hecho muy mal", dicen. ¡Hombre, ahí aparece el patito de feria contra el que tirar! Yo libero a Barrabás, pero no tenían que haberme dado a elegir, dicen los muy hipócritas. Y que conste que más sed que yo no tiene nadie: la misma, una legión, lo sé.

Les hablaba del cartel inglés pero hay otros ejemplos que citaré para que no se nos caiga la cara de vergüenza. En el propio Reino Unido ha surgido la figura del covidiot (covidiottem en Alemania y covidiota aquí, entre los nuestros, el idiota de toda la vida que ahora se luce en el escaparate...); en la ya citada Alemania el Hamsterkauf, ser que acumula y acapara víveres como si mañana tuviese que dar un festín o los especialistas en infodemia que contaminan las redes sociales con noticias falsas o maliciosas (el ejemplo de Trump y el limpiacristales inyectable fue mayúsculo...). Puestos a elegir me quedo con el on-nomi (beber on line) japonés que han incentivado en las redes para socializar como solían en los bares.