GANAR seguridad es uno de los retos de la humanidad cuando vive en común, en las ciudades. Llega hasta nosotros un estudio que habla de un Bilbao que progresa por encima de un sinfín de dificultades y nos ofrece un clima amable. Cada cual, cómo no, cuanta la historia según le va y seguro que hay gente -quien esto escribe, sin ir más lejos...- que no tiene esa sensación de impunidad. Como quiera que no es justo juzgar por las experiencias propias sino por una sensación general, diremos que Bilbao es una ciudad segura. Permítanme, eso sí, que lo escriba con minúsculas.

Tratar de ganar seguridad, ese es el reto. La población busca serenidad. La verdadera felicidad, que es algo muy diferente de la alegría, solo se plantea cuando uno tiene paz en el presente y seguridad en el futuro, por mucho que disfrute de días alegres. Quien ha sido víctima alguna vez siempre tiene un recelo en el hondón del alma. No por nada, la desconfianza es madre de la seguridad. Y desconfianza, créanme, hay a raudales.

Digamos que hoy la seguridad se entiende cada vez menos en términos policíacos y mucho más como la ausencia de conflicto. Es de hecho un fenómeno que abarca el desarrollo económico, la justicia social, la protección del medio ambiente, la democratización, el desarme y el respeto a los derechos humanos.

¿Es una vida segura una vida bien vivida? Esa pregunta tiene su peso. No por nada, no falta gente que piensa que la seguridad es más que nada una superstición. La vida es una aventura atrevida o no es nada, vienen a decirte. Algo de razón tienen, por mucho que los peligros sean incómodos de vivir.

La sociedad pide días sin sustos, pero el ser humano se mide de otra manera. La única seguridad que alguien puede tener en este mundo es una reserva de conocimiento, experiencia y habilidad.