Estados Unidos, el Reino Unido y Australia han acordado la creación de una nueva alianza militar, bautizada como Aukus, para contrarrestar la creciente influencia de China en el Pacífico. El pacto militar, que incluye la asistencia a Australia para el desarrollo y la construcción de submarinos nucleares, fue anunciado al mismo tiempo por el presidente norteamericano Joe Biden, por el "premier" Boris Johnson y por el primer ministro Scott Morrison. Los tres países han acordado la creación de un equipo científico para desarrollar en 18 meses el programa de submarinos nucleares de Australia, que sería el séptimo país del mundo en contar con este tipo de navíos, pese a las alegaciones de Scott Morrison de que su país no tiene intención de abandonar el Tratado de No Proliferación Nuclear. El acuerdo a tres bandas incluye una mayor cooperación en tecnología naval e industrias de defensa y una integración de las políticas regionales, con el Reino Unido ejerciendo como "vínculo" con Europa y participando indirectamente en el "rearme" del Pacífico a través de empresas como Rolls Royce.

En la Unión Europea es Francia el Estado más afectado por el acuerdo, pues, supone la cancelación del acuerdo franco-australiano de venta de submarinos por valor de 90.000 millones de dólares. Esta crisis también ha generado dudas en torno al futuro tratado de libre comercio entre Australia y la Unión Europea. Pero más allá de los efectos inmediatos, es evidente, que la nueva situación creada por Aukus, obliga la UE a dar pasos decididos para poner en marcha su pilar de Defensa y Seguridad. Un ejercicio que debe tener en cuenta, en primer lugar, los niveles de amenaza y los objetivos que se plantean. Y son de dos tipos: geopolíticos y sistémicos. Los de frontera son claros: Rusia y Turquía, copan la preocupación de los 27. Y entre los sistémicos, el terrorismo yihadista, los ataques de ciber, los desastres naturales fruto del cambio climático, los flujos migratorios y el crimen organizado, completan el repertorio de riesgos de los europeos.

El problema principal para avanzar, no tanto en la construcción de un Ejército Europeo, sino en una Política Común de Seguridad y Defensa que es lo que se precisa, pasa primero por un acuerdo franco-alemán definitivo, pues, serán los dos Estados los principales contribuyentes del presupuesto que se requiere. Además, la industria de armamento europea saldrá, cómo no, del acuerdo entre las dos potencias. Después, el resto de los 27 tendrán que asumir parte de la factura y misiones defensivas. La creación de agencias unificadas europeas nuevas y dotadas de recursos adecuados en ámbitos como la Inteligencia, el control fronterizo, las unidades de emergencia o de lucha contra las organizaciones criminales, supone también un reto enorme en tiempo y forma. Pero no cabe duda que el desafío principal al que nos enfrentamos tiene que ver con el coste de sacrificio en vidas humanas que esta nueva situación nos plantea. Defenderse en este mundo del siglo XXI es mucho más complejo que hace con anterioridad a la aparición del arma nuclear. Las guerras actuales son mucho más sutiles, pero siguen basando gran parte del éxito en la capacidad de disuasión. El conflicto es parte inherente al ser humano, no contar con este factor resulta tan inocente como irresponsable. Lo que tenemos que defender es un nuestro marco de convivencia en valores democráticos, de libertad y respeto de los derechos humanos. Estar preparados para ello supone asumir el coste de las vidas de europeos que pueden ser víctimas en esa defensa. En definitiva, el coste de ser hacerse mayores y actuar como Unión y como adultos en el mundo.