EL 12 de junio de 1985 la península ibérica se incorporaba de lleno al proceso de construcción europea. La República de Portugal y el Reino de España firmaban el acuerdo de adhesión a las por entonces llamadas Comunidades Europeas, hoy Unión Europea. Portugal había salido de una dictadura en 1974 con la "revolución de los claveles" y España de la dictadura franquista con la transición política rubricada con la Constitución de 1978. Ambos Estados ibéricos dejaban atrás una época lúgubre sin libertades y de aislamiento internacional, pero tardarían aun una década en incorporarse de pleno derecho a las decisiones comunitarias europeas. Tras 35 años de ser europeos, nos encontramos ante la crisis más crítica y profunda que Europa vive desde la II Guerra Mundial por la pandemia del covid-19 y sus efectos sanitarios, económicos y sociales. Es un momento de renovar los votos europeístas ibéricos desde una visión que desde el Sur aporte la identidad de solidaridad y cohesión territorial que el proyecto de la Europa unida necesita hoy más que nunca.

TRANSFORMACIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL. La renta per cápita española rozaba el 72% de la media europea en 1986 (con 12 países miembros) y hoy es del 94% respecto a la UE de los 28 -y en los años previos a la crisis llegamos a superar en cinco puntos esta media-, lo que nos ha llevado a pasar del grupo de Estados receptores netos de ayudas comunitarias al de los países contribuyentes. Los entonces 38,3 millones de españoles contaban con una esperanza de vida de 76,4 años. Hoy son ya 46,5 millones de habitantes con una esperanza de vida entre las más longevas en Europa (83,2 años). Por medio, tres décadas y media de inmersión en Europa que nos dejan la participación en una moneda común y un saldo positivo en nuestras arcas. Y es que la UE ha invertido solo en fondos regionales (FEDER, FSE y Cohesión) en España nada más y nada menos que 150.000 millones de euros desde 1986 hasta hoy. En resumen, desde su entrada en la Unión Europea, España ha doblado su Producto Interior Bruto (PIB), pasando de 476.400 millones en 1986 a 921.700 millones en 2013.

LA GENERACIÓN ERASMUS. Muy probablemente el mejor espejo en que mirarnos a la hora de calibrar el cambio social producido desde la entrada en la UE lo ha protagonizado el programa Erasmus. La importancia que tiene este programa ha desbordado el mundo académico europeo, reconocido como un elemento importante para fomentar la cohesión y el conocimiento de la Unión Europea entre la población joven. Esto ha hecho que se haya acuñado el término "generación Erasmus" para distinguir a esos estudiantes universitarios que a través de esta experiencia han creado lazos de amistad transfronterizos y poseen una clara conciencia ciudadana europea. Desde 1987, año de su creación, hasta el curso 2010/11 más de 356.000 estudiantes participaron en el Programa Erasmus. Son la "Generación Erasmus" de europeos convencidos de la utilidad de su nueva identidad, muchos de ellos han sido decisivos en los comicios europeos para defender la UE.

MANIFIESTO IBÉRICO. Celebramos que hace ya 35 años de aventura ibérica europea. Con ese motivo se ha lanzado, promovido entre otros por Aquí Europa, un Manifiesto ibérico "Por una Europa más unida, más fuerte, más soberana y más democrática". Más de un centenar de personalidades del ámbito de la universidad, de la empresa, de la política, de la cultura y de los medios de comunicación de los dos Estados de la península ibérica se han adherido en torno a 'Destino Europa', un grito europeo transversal e inclusivo que contará con versiones en castellano, inglés y portugués, en pro de la defensa europea en un momento el que el bloque comunitario se enfrenta a la mayor policrisis desde su fundación. Es una iniciativa abierta a todas y todos, en una plataforma de ideas, foros, debates sobre el presente y el futuro que queremos de Europa. Nada, los europeos hemos de actuar de común acuerdo para salir en vanguardia de la profunda crisis derivada del coronavirus. Ello exigirá sin duda ajustarnos con inteligencia al principio de realidad, que nos recuerda que somos una unión de países soberanos y de pueblos. Y que ambos actores, Estados y ciudadanos, han de ser tenidos en cuenta a la hora de tomar decisiones. Admitiendo con naturalidad que para avanzar con paso firme por la senda de la integración europea hemos de reflejar esas diferencias objetivas en reformas de los procesos deliberativos y de ejecución así como en la instauración de geometrías y velocidades variables. No podemos avanzar al ritmo del menos comprometido o del más reticente con Europa.