La iniciativa conjunta planteada en la reunión de presidentes autonómicos por el lehendakari, Imanol Pradales, y el presidente canario, Fernando Clavijo, insiste en una idea apuntada en la letra pequeña del pacto migratorio que aprobaron la pasada legislatura las instituciones europeas. Las mesas en las que se deciden las políticas en torno a este fenómeno están lideradas por los responsables de interior. Humanizar la respuesta que se ofrece a un movimiento sin precedentes de seres humanos obliga a abrir estos procesos a las autoridades locales y regionales.

Las personas que huyen de un conflicto o de la pobreza viven, se relacionan con otros seres humanos y reciben los servicios públicos básicos desde estas administraciones. No se integran en estados, sino en las comunidades que los reciben. Buscan oportunidades de empleo en mercados laborales cuyas claves y necesidades se conocen en profundidad también a ese nivel.

Los estudios actuales disponibles sobre los sistemas europeos de seguridad social, las necesidades ya perentorias de mano de obra en algunos sectores, la despoblación de amplias zonas de Europa y la explosión demográfica que se vive en África frente al declive de nuestra natalidad exigen más realismo que complejos y concesiones frente a los discursos xenófobos. Tras cada abascalada se esconde el interés de que siga habiendo mano de obra sin derechos, barata, disponible y explotable como fuerza laboral. Y como chivo expiatorio para solaz, regocijo y sobre todo beneficio de algunos señoritos.

Así que, como dice Iñaki Williams, a la pequeña, a la chita callando, habrá que seguir ganando partidos como los que plantean Pradales y Clavijo. Porque el mal de altura que aqueja hoy a las políticas migratorias necesita ras de suelo.