En más ocasiones que las habituales, los estudios de televisión se convierten en laboratorios de realización técnica a la búsqueda de un buen guión, una excelente realización y una importante oferta para la demanda de audiencias millonarias existente. El olfato de cada cadena, o canales, acerca el producto a los televidentes, que terminan conociendo características, modos y maneras de hacer televisión, un modo caro de producir información y entretenimiento. Así, muchas veces el olfato del personal indica por donde irá el futuro de una serie, la habilidad de un concurso o la aceptación de cualquier otra producción televisiva, simplemente a los pocos días de pasar por la pantalla amiga y conocida. En muchas ocasiones, los públicos televidentes son capaces de destripar la oferta y sentencian lo mucho o poco que va a durar un producto en la parrilla de programación. Hay programas que están cosidos con hilo de oro, y otros que se apoyan en simples retales. Hay veces que los críticos metemos la gamba y predecimos fracasos que luego no se cumplen, como es el caso de Aruseros, un programa condenado al fracaso y rechazo por simplón, elemental y de escasa producción. El programa de vídeos de Arus, invento de este sencillo productor de la tele, que con cuatro apaños, un poco de ritmo y velocidad de paso de imágenes por el estudio aguanta día a día, mes a mes y año a año con una escritura sencilla. El conocido presentador se pone las botas de sonrisas, vídeos de contenidos diversos y una insustancial manera de hacer televisión que a duras penas se aguanta en las mañanas de la televisión convencional. Los retales de las piezas de tele se mantienen y reclaman un espacio en las mañanas de grandes figuras.