EN la reciente reunión internacional de Davos, no faltó la joven sueca Greta Thunberg, con su habitual mensaje apocalíptico acerca del cambio climático y sus exigencias para que el mundo deje de utilizar combustibles fósiles. Pero si su presencia retiene la atención habitual de los medios informativos y del público que la ve manifestarse, no parece tener gran efecto donde realmente cuenta, que es en la extracción de petróleo.

Mientras Greta exhortaba a los asistentes y los medios informativos divulgaban su mensaje por todo el mundo, la industria petrolera seguía viento en popa, con más contratos para explotar las reservas mundiales de petróleo.

El precio del oro negro, que en las últimas semanas ha rondado los 80$ por barril, no solamente parece estable, sino que podría dispararse en el caso de que la economía china se recupere de la contracción provocada por los tres últimos años de Covid. Algunos expertos hablan de precios próximos a los 170$ por barril. Incluso en el caso contrario, en que las necesidades de petróleo se vean reducidas, son pocos quienes anticipan un derrumbe de los precios o una contracción en las extracciones del oro negro.

COMPLICADA SUSTITUCIÓN “LIMPIA”

Es cierto que, especialmente en el mundo industrializado, hay esfuerzos para reducir el consumo de petróleo, gas y otras fuentes contaminantes, pero falta mucho para que los proveedores “limpios” los substituyan: en 2020, el 84% de la energía mundial provenía de fuentes “fósiles” como el carbón, el petróleo o el gas. Y pasará mucho tiempo hasta que el mundo sea capaz de abandonar estas y sustituirlas por otras fuentes “verdes” como el sol, el agua o el viento. Los últimos meses, por ejemplo, vieron un aumento importante de las extracciones submarinas, con barcos gigantescos que extraen petróleo del mar, a veces a grandes profundidades.

Empresas como Transocean, Noble o Valaris, alquilan sus instalaciones y el precio que cobran no deja de ir en aumento: en estos momentos, las empresas petrolíferas pagan ya 400.000$ diarios por sus plataformas, el doble de lo que les cobraban hace dos años. Hay proyecciones de que este alquiler va a subir hasta el medio millón de dólares.

En buena parte, esta subida de precios se debe a la simple ley de mercado de oferta-demanda: los contratos para este tipo de explotación submarina han pasado en este tiempo del 65% de al 90% de las plataformas existentes, una demanda surgida del aumento global de consumo y las dificultades de suministro provocadas por la guerra de Ucrania.

A diferencia de otras ocasiones de gran interés comprador, el petróleo ya no se extrae tanto de los lugares habituales, como el Mar del Norte y el Golfo de México, sino que la explotación se ha desplazado a nuevas zonas en Sudamérica como Guyana o el Brasil. En estas áreas los rendimientos son mayores debido a que se trata de explotaciones nuevas, mientras que los suministros tradicionales ya no rinden tanto como antes.

FALTA DE OPTIMISMO PETROLÍFERO

Pero la bonanza del momento no se traduce en un gran optimismo por parte de las empresas petrolíferas, que recuerdan otras épocas de entusiasmo explotador a las que siguieron etapas de pérdidas importantes. Esto lleva a que ni siquiera utilicen todos los recursos a su disposición y tan solo se muestren dispuestos a hacerlo si tienen contratos firmes en que se les garantiza que podrán vender el crudo que extraigan.

El recelo de estos expertos se debe, no solo a la experiencia de ciclos expansivos o restrictivos, sino también a la competencia de las nuevas fuentes de energía renovable, aunque en estos momentos cuesta imaginar que constituyan un factor decisivo antes de bastantes años.

También les preocupa el descenso de la demanda a causa del calentamiento global y aquí parecen tener más motivos: el consumo reciente ha bajado a causa de las temperaturas moderadas, con fríos menos duros que en otros años.

Pero tanto en un caso como en otro, es decir, tanto en el aumento de las explotaciones como en la cautela ante la duración de estos incrementos, los factores decisivos no se hallan ni en las manifestaciones de la sueca Greta ni en las campañas ecologistas, sino en el cambio climático y en las perspectivas de los mercados. l