uNA derrota en siete jornadas, ¿dónde hay que firmar? Así mirado, resulta bastante fácil relativizar lo del sábado con el Valencia, aunque este planteamiento tiene trampa porque se ciñe a lo que ha pasado hasta ahora y no existe ninguna garantía de que en adelante la cadencia de puntuación del Athletic siga por semejantes derroteros. Al contrario. En principio por tratarse de una dinámica imposible de mantener en el medio plazo para el grueso de los equipos de la categoría, donde es obligado encuadrar al Athletic. De hecho, solo el Madrid, un candidato al título, está invicto todavía. En segundo lugar porque lo ocurrido en la primera derrota pone sobre la mesa la auténtica realidad del equipo. Con esto último se quiere decir que además de virtudes existen carencias, están ahí y será difícil que se subsanen de la noche a la mañana. Y están ahí porque ya estaban ahí, lo que pasa es que se habían conseguido maquillar o minimizar durante la racha de seis jornadas sin conocer la derrota.

El gran mérito de Garitano y su plantilla radica en que han cubierto los dos primeros meses del calendario, de uno que se las traía para decirlo todo, con unos números que superaban la expectativa más optimista. No es normal vencer al campeón, ni lo es puntuar en tres salidas consecutivas, salir reforzado de dos derbis o recibir solo dos goles en 540 minutos, por lo que firmar estos registros en una misma tacada supone algo excepcional y, por tanto, nadie en su sano juicio debe esperar que se repita.

Únicamente el forofo acérrimo puede sentirse traicionado en sus convicciones por lo presenciado en la última actuación. A ver, el rendimiento del Athletic fue decepcionante, jugó su peor partido y se hizo acreedor a un resultado adverso abultado. Apelando a la ecuanimidad, caer por la mínima siendo tan inferior al Valencia no cuadra con el desarrollo de los noventa minutos tal cual fue, aunque el portero está para impedir goles y para un día en que le visitan con frecuencia cumplió con creces.

Admitido que el conjunto no dio la talla, el seguidor común reflexionará en el sentido de asumir el revés como algo ordinario. Todo aquel que quisiera era perfectamente consciente de cuáles son las debilidades, algunas de ellas al menos, de este Athletic diseñado por un entrenador que no vende humo. Bueno, para ser preciso, lo que es vender Garitano no vende nada. El marketing no le interesa, él va a lo suyo, que es ponerse el chándal y preparar como estima oportuno cada partido. Las ruedas de prensa no son precisamente un trámite de su agrado y frente al micrófono habla raspado, sin que se le altere el semblante, de natural duro. Duro como lo es el campeonato de liga, a pesar de que ofrezca resquicios para la anécdota feliz, por ejemplo gozar por unas horas del liderato.

En fin, que a sabiendas de que probablemente no se volverá a dar una serie de seis partidos sin derrota, conviene relativizar el momento en que se produce. Otra cuestión es analizar las disfunciones que se observan habitualmente y que en esta oportunidad afloraron de golpe y porrazo deparando una versión coral muy deficiente. Algunos aspectos de la propuesta de este Athletic son susceptibles de mejora y están apuntados en estas páginas desde hace meses. Crecer por la senda marcada por el técnico es viable y la aspiración no pretende ni por asomo alcanzar la excelencia... del Manchester City. De eso no va la cosa.