ERA lo esperado, no había duda. Los resultados habían dictado sentencia y Eduardo Berizzo lo sabía. Trece partidos sin ganar en la liga son demasiados. Lo peor, además, es la imagen del equipo. Iba poco a poco a menos y ante el Levante confirmó que, o se paraba la hemorragia o el enfermo iba camino del tanatorio. Nadie podrá decir que el técnico argentino no lo ha intentado, pero lo que es evidente es que no le ha salido. Empezó con una idea, el tiempo le fue cambiando el guion, y ha cerrado su ciclo en Bilbao no se sabe muy bien ni cómo. Una pena, pero es algo necesario porque la cosa se estaba poniendo realmente mal. Toda la suerte del mundo.
No son buenos tiempos para el Athletic. El año pasado Kuko no fue destituido, pero porque Urrutia no quiso. Con la salida de Berizzo se demuestra que el problema no es exclusivamente de los técnicos. Los futbolistas no están a la altura de las circunstancias y pese a que reconocen su culpa, todavía el enfado no ha situado el foco en los que se visten de corto. Ahora ya no hay excusas, con el entrenador fuera, es su turno. A futuro habrá que analizar detenidamente la composición de la plantilla y la valía de los mismos.
Estamos probablemente en el peor momento de la historia rojiblanca, pero hay tiempo para revertir la situación. Garitano y Ferreira van a llegar a una caseta que decía estar a muerte con Eduardo. Es momento de hablar menos y hacer más. Reto apasionante pero de una responsabilidad tremenda. Una vez más la grada y el aficionado tienen que tirar del equipo. En los momentos más complejos se ha sacado esto adelante entre todos y ahora toca hacerlo una vez más. El próximo lunes tenemos una final y pese a que no es el mejor día de la semana para asistir a San Mamés, no queda otra y hay que organizarse para hacerlo. El objetivo es claro, salvar la categoría. @monjeondavasca