Síguenos en redes sociales:

El PSE, al todo o nada

El rechazo a la abstención aísla del poder a los socialistas vascos ahora con la gestora y luego con Susana Díaz

uNA ruleta rusa se ha instalado a modo de solución traumática en los suelos minados de la crisis del PSOE. Todos los concernidos sienten en la mesa de juego el lógico miedo que les puede deparar una suerte tan fatídica a la que se ha llegado por el método de la desestabilización provocada a partes iguales entre la irresponsabilidad y la ambición de las dos trincheras. Paradójicamente, dos semanas después del tumultuoso asalto al Comité Federal es imposible pronosticar a ciencia cierta cuál será el resultado exacto de tan histérico desafío. Juegan con ventaja, claro, quienes se decantan finalmente por la abstención manu militari, pero nadie se arriesga ahora mismo a precisar cuál será la fórmula exacta que se emplee para investir a Rajoy. Mucho menos el ingente batallón del no, cada día más enrabietado porque teme un futuro de mal agüero. Ahora bien, también se le nota envalentonado porque aprecia las dudas de esa gestora tan de izquierdas y hastiada como ellos del PP, su Gobierno y corrupción, pero que se siente condenada por responsabilidad de Estado a facilitar el desbloqueo institucional e iniciar cuanto antes una oposición radical que frene la arrogancia irritante de Podemos como baluarte contra la derecha. En esa infantería de la rebelión caminan los socialistas vascos. Lo hacen sin fisuras internas ni paños calientes en su lenguaje, conscientes de que rompen amarras con el nuevo poder establecido y, posiblemente, con el siguiente. Una contestación consecuente que les llega en el momento más tenebroso para sostener su fragilidad electoral. El PSE-EE se queda sin anclajes en Ferraz. Javier Fernández hubiera deseado otra actitud distinta al portazo de Patxi López, a quien políticamente valora, y por eso desde la gestora corre la voz justiciera de que el exlehendakari se ha dejado todas las plumas para mucho tiempo diciendo lo que piensa. Junto a él, la lealtad de Idoia Mendia corre la misma suerte como baluarte de las tesis de Pedro Sánchez siquiera oponiéndose a la abstención. Y mención aparte, Rodolfo Ares. Su truculento e increíble propósito de introducir con alevosía una urna para desestabilizar el voto a mano alzada siguiendo los consejos de César Luena le conduce, de momento, a galeras. Alejada de la gestora por convicción democrática, la dirección del PSE ha decidido jugársela al todo o nada. De la soledad previsible que le deparará esta apuesta solo le salvaría la rebelión imparable en unas primarias -¿hasta cuándo las retrasará Madrid?- de una militancia enfurecida por la arrogancia de esos barones siempre atrincherados en sus intereses territoriales. Sin el manto de la gestora, los socialistas vascos aún sentirán más frío si Susana Díaz se hace un día carne de tanto verbo anunciador. Si aquella dirigente capaz de complicar la imagen electoral de sus compañeros en el País Vasco por su torpeza-malicia-ignorancia con el Concierto Económico consuma su codicia, Ferraz será desde ese día mucho más infranqueable. El alto precio de ser consecuente.